El semanario The Economics calculó en un informe publicado el pasado mes de febrero que las empresas, hogares y gobiernos de 58 países que en conjunto representan el 90% del PIB mundial pagaron en 2022 un total de 13 billones de dólares en intereses a las entidades financieras, 2,6 billones más que en 2021. Casi lo mismo que el dinero destinado a salud y educación en todo el mundo.
Los intereses que se pagan a los bancos constituyen una losa brutal para hogares, empresas y gobiernos pues dificultan o incluso impiden el ahorro, la inversión y el desarrollo adecuado de la actividad productiva que satisface necesidades humanas. Sirvan un par de ejemplos.
En España, el tipo de interés medio entre 2010 y 2022 de las tarjetas de crédito en las que el pago se aplaza automáticamente (revolving) fue del 20,14%. Bancos como el Sabadell o el BBVA han estado ofreciendo préstamos al consumo este verano al 19,09% o 15,6%, respectivamente. El resto, a una media del 10%, un tipo que hace que la deuda se duplique cada 7,2 años.
En la Eurozona, la deuda pública aumentó en 12,2 billones de euros desde 1995 a 2022 y los intereses en 7,2 billones. Es decir, 6 de cada 10 euros de aumento de la deuda pública europea en ese periodo vinieron del pago de intereses.
Pero los intereses no sólo no son una losa. Una de las grandes mentiras económicas que la gente se cree es la que dice que los bancos han de cobrar intereses porque arriesgan el dinero de sus clientes puesto que prestan sus depósitos. Es falso, como explico con claridad en mi libro Econofakes. En realidad, los bancos crean el dinero de la nada cuando dan préstamos, lo mismo que hacen los bancos centrales. Y lo crean, como decía el economista liberal francés Maurice Allais, gracias a una ficción: quien deposita el dinero en un banco cree que lo tiene disponible allí, pero el banco lo usa para prestar a mayor interés o para invertir, de modo que el dinero se multiplica.
Se pagan intereses a los bancos sin necesidad, porque se les ha concedido ese privilegio. De hecho, los bancos ni siquiera desempeñan hoy día su función económica natural, la de intermediar entre quienes ahorran y quienes invierten. Se han convertido ellos mismos en inversores del dinero ajeno, quedándose con las ganancias y trasladando a la economía el riesgo enorme y el gran coste que eso lleva consigo.
Si el dinero que prestan los bancos sale de la nada ¿por qué cobran intereses? ¿No bastaría, en todo caso, con realizar un pago en concepto de administración? Y lo que es peor ¿por qué se le da a los bancos la capacidad de cobrar, no un interés normal o natural, sino los leoninos que multiplican ad aeternum la deuda?
El sistema actual que permite a los bancos cobrar interés por proporcionar el dinero que no le cuesta nada obtener es un privilegio inmoral y una aberración económica que sobrecarga a hogares, empresas y gobiernos y provoca ruina y crisis económicas. Sólo para hacer bimillonarios a los banqueros.
El escritor italiano y superviviente del Holocausto Primo Levi escribió en su libro Los hundidos y los salvados sobre los campos de concentración nazis: «Es el deber de los hombres justos hacer la guerra a todos los privilegios inmerecidos». Para nuestra desgracia, quienes gobiernan el mundo y hacen las leyes no sólo no siguen este principio sino que son ellos mismos quienes conceden los privilegios y protegen a los privilegiados
Juan Torres López es catedrático de Economía Aplicada en la Universidad de Sevilla || * Creative Commons que republicamos por su interés agradeciéndole al autor que comparta sus opiniones con nuestros lectores
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