La sequía estival es un rasgo que ha moldeado los ciclos biológicos y el funcionamiento de los bosques mediterráneos desde los orígenes del clima que les afecta. Se han descrito numerosos mecanismos de los bosques para evitar la pérdida de agua y posterior deshidratación. Por ejemplo, los árboles desarrollan estructuras pilosas para evitar la desecación, o bien ajustan procesos fisiológicos que permiten evitar que la planta pierda agua en las peores horas del día.
Sin embargo, los efectos de la sequía estival se han ido dilatando en los últimos años como consecuencia del cambio climático. Las precipitaciones aparecen en periodos de tiempo cada vez más cortos, en forma de lluvias torrenciales.
El planeta se ve abocado hacia una fuerte alteración del ciclo hidrológico a escala global, que en la cuenca mediterránea se traduce en un aumento de la aridez. ¿Podrán los bosques mediterráneos tolerar este cambio en el régimen de precipitaciones?
Especies adaptadas al frío en un mundo cálido
Cabe destacar que no todos los bosques mediterráneos tienen las mismas necesidades hídricas, por lo que podría esperarse que la respuesta a la aridez sea desigual.
De especial relevancia son los bosques relictos originarios de periodos pasados más fríos, que actualmente quedan acantonados en las sierras ibéricas, como es el caso de los bosques de pinsapo (Abies pinsapo Boiss.), tipo de abeto mediterráneo presente en las sierras de Cádiz y Málaga.
En las últimas décadas se viene observando una importante mortalidad en algunos pinsapares, iniciada a finales de los años 90 y con especial incidencia en el Parque Nacional de la Sierra de las Nieves (Málaga).
Dicha mortalidad es particularmente importante en determinados parajes del parque en el municipio de Yunquera. Las sequías cada vez más intensas y el elevado número de individuos (densidad) en rodales poco diversificados estructuralmente del pinsapar de Yunquera desencadenan una interacción sinérgica entre estrés climático y elevada competencia por los recursos (agua y luz) que hace a los árboles más vulnerables al decaimiento y la mortalidad.
La consecuencia es una mayor probabilidad de muerte de los árboles en periodos de sequía, que desencadena un proceso de apertura de muchos huecos de mortalidad en el bosque.
La resiliencia de los pinsapos
Recientemente, hemos hecho un análisis multitemporal para estudiar la evolución y el estado de conservación del pinsapar de Yunquera para el periodo de 1985-2020.
Hemos estimado la evolución de la actividad fotosintética con satélites Landsat y la dinámica de la cobertura del pinsapar con imágenes aéreas del Plan Nacional de Ortofotografía Aérea, y hemos llevado a cabo un muestreo de campo para extraer información estructural de las masas y su posterior comparación con un muestreo previo en 2003.
Los resultados nos dejaron atónitos. Comprobamos que el pinsapar, a pesar de episodios de sequía cada vez más intensos, presentaba una importante respuesta de resiliencia al proceso de decaimiento. La actividad fotosintética ha aumentado a partir de principios de los 2 000, la proporción de árboles de gran diámetro no ha cambiado en 2020 significativamente desde 2003 y la cobertura arbórea del pinsapar puro se ha incrementado.
Nuestro estudio muestra, por tanto, una capacidad de respuesta tras los impactos de las sequías mayor de la que previamente se había estimado. Esto se explica porque la muerte de los individuos más débiles disminuye la densidad de pies por hectárea y los supervivientes tienen un mejor acceso a los recursos.
A su vez, los huecos de mortalidad son invadidos por vegetación termófila, propia de ambientes mediterráneos, bajo la cual el pinsapo puede regenerarse –reclutar nuevos individuos a partir de semillas dispersadas– y crecer hasta hacerse de nuevo dominante en los claros abiertos.
Estos mecanismos de compensación permiten al pinsapar sobrevivir, en lugar de extinguirse localmente. Es decir, la relativamente baja resistencia que los pinsapos muestran a la sequía se ve compensada por mecanismos de adaptación y recuperación que disminuyen la vulnerabilidad de sus poblaciones.
De alpinos a mediterráneos
El pinsapo no es el único abeto circunmediterráneo que está mostrando tolerancia a una mayor aridez. El abeto blanco (Abies alba Mill.), muy característico de las montañas pirenaicas y alpinas, también ha demostrado su capacidad para prosperar en ambientes mediterráneos. Esto podría suponer su potencial inclusión dentro del grupo de especies que forman el bosque mediterráneo, en ambientes más cálidos, aunque haya estado tradicionalmente asociado a las duras condiciones del clima alpino de montaña.
Sin duda, es realmente sorprendente e inesperada la plasticidad y la flexibilidad que muestran estos bosques ante nuevos escenarios climáticos que previamente se han asumido como adversos. Pero esto no debe llevarnos a la errónea conclusión de que el peligro ha desaparecido y podamos bajar la guardia. No conocemos aún cuáles son los límites de adaptabilidad de estas especies ante eventos de sequía más extremos.
Y hay una amenaza para la cual estos abetos no han mostrado ninguna capacidad de recuperación: el fuego. Urge, por tanto, elaborar políticas de conservación forestal proactivas que faciliten la resiliencia a la sequía y que disminuyan el riesgo de incendio.
Benjamín Viñegla Pérez investigación nacional (Plan Nacional de I+D+i), regional (PAIDI, Junta de Andalucía) y local (Universidad de Jaén)
José Antonio Carreira de la Fuente investigación nacional (Plan Nacional de I+D+i), regional (PAIDI, Junta de Andalucía) y local (Universidad de Jaén).
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