Este domingo 25 de septiembre Italia celebra elecciones generales. Todos los sondeos apuntan a que la derecha ganará a mani basse, curiosa expresión italiana del mundo de la hípica que describe a aquel jinete que se impone tan sobradamente a los demás que no le hace falta siquiera tirar de las bridas para pasar primero por la línea de meta.
Siguiendo con las metáforas equinas, dentro de esa coalición el caballo ganador será Fratelli d'Italia cuya líder, Giorgia Meloni, superaría con creces a sus dos aliados, Matteo Salvini (Lega) y Silvio Berlusconi (Forza Italia), pudiendo convertirse así en la primera mujer en gobernar el país.
De la agenda Draghi al antifascismo trasnochado
Cuando en febrero del 2021 Mario Draghi consiguió la fiducia (la confianza) que le permitió formar el 67º gabinete de la República italiana, todos los partidos menos Fratelli d'Italia se volcaron con el nuevo presidente. Tan solo diecisiete meses después, tres de sus socios de gobierno (el Movimento 5 Stelle, la Lega y Forza Italia) dinamitaron el ejecutivo y empujaron a Draghi a dimitir.
Siguió una campaña electoral veraniega caracterizada por la creación de un tercer polo centrista alineado con las políticas de Draghi, por el constante aumento de consensos de Fratelli d'Italia, por una ligera recuperación del Movimento 5 Stelle gracias, una vez más, a su "plato estrella", la renta de ciudadanía, y por un Partito Democrático incapaz de crear una coalición de centro-izquierda y esgrimiendo el peligro del regreso al fascismo.
A un siglo exacto de la marcha sobre Roma que llevó al poder a Benito Mussolini y a su Partido Nacional Fascista, ese aviso podía hasta ser sugestivo; sin embargo, acabó cansando por repetitivo. Ya en 1994, después de que el novato (políticamente hablando) Berlusconi ganara las elecciones, la izquierda se movilizó contra el peligro de la vuelta al régimen fascista.
Desde ese momento, siempre que la derecha amenaza con aproximarse a la victoria, la letanía antifascista vuelve impertérrita, reduciendo la campaña electoral progresista a una infructuosa caza de fantasmas del pasado.
¿A qué se debe el éxito de Giorgia Meloni?
Corría el año 2013 cuando por primera vez Fratelli d'Italia se presentó a las elecciones: ni siquiera alcanzó el 2 %. En 2018, aún mejorando, logró un poco brillante 4 %. Ahora se le augura rozar el 25 %. Si en cuestión de cuatro años una cuarta parte de italianos está dispuesta a votar por Giorgia Meloni, eso no es señal de que Italia ha escorado rápidamente hacia el totalitarismo. Se debe más bien al hartazgo de una parte de la población la cual, indignada por los vaivenes que desde 2018 han llevado a gobernar el país primero al Movimento 5 Stelle con la Lega, luego al Movimento 5 Stelle con el Partito Democratico y, finalmente, a Draghi con el apoyo de casi todos los partidos, ve a Fratelli d'Italia como la última alternativa posible. Muchos votantes deben pensar que no queda otra que confiar en el único partido que se ha mantenido ajeno al área de gobierno en estos años.
Tampoco habría que descartar un efecto arrastre de última hora. Dicho lo anterior, a pesar de que Meloni haya suavizado mucho su programa, tendrá necesariamente que satisfacer a ese 4 % que le ha sido fiel en tiempos difíciles y que conforma el núcleo duro del partido: los incondicionales de primera hora.
Una complicada convivencia
De cumplirse las expectativas de los sondeos, la derecha llegará al gobierno, pero no lo tendrá fácil para gobernar. Los tres partidos que conforman esta coalición no pueden ser más diferentes entre sí. Se va de una interpretación liberal de la política en Forza Italia, con su europeísmo y su vinculación internacional al Partido Popular Europeo, a una Lega euroescéptica, contraria a seguir imponiendo sanciones a Putin, pasando por el conservadurismo atlantista de tintes católicos de Fratelli d'Italia. Además, Meloni, cosechando una ventaja tan holgada sobre sus aliados, podría acabar como aquel ciclista que se descuelga del grupo para ir a ganar en solitario y que termina quedándose aislado del resto de su equipo.
Reacciones internacionales
Hace unos días, Lega y Fratelli d'Italia votaron en contra de una resolución del Parlamento Europeo (respaldada por el 81 % de los eurodiputados presentes) según la cual Hungría ya no se puede considerar una democracia plena. Que Orbán gobierne una democracia iliberal no es ninguna novedad, él mismo se jacta de ello. Lo que sí sorprende es el momento en el que llega esta votación, casi una advertencia para los díscolos Salvini y Meloni.
Por otra parte, Rusia ha entrado también en la campaña electoral con rumores de financiación de partidos que, en el momento de escribir este artículo, no están confirmados, pero que apuntan a la Lega, cuyo respaldo a Putin es bien sabido.
Pase lo que pase el domingo, en Italia se votará en un clima de elevado índice de desconfianza hacia los políticos actuales, lo cual hará que crezca la abstención.
Matteo Re no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.
Crónica CT
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