En la era de la sostenibilidad, las empresas necesitan instrumentos para analizar el impacto social y medioambiental que generan. De ahí que hayan surgido numerosas formas para hacerlo; los criterios ESG, la taxonomía, la taxonomía social, el reporte no financiero, la debida diligencia.
Entre todas ellas se encuentra la medición y gestión del impacto social (MGIS). Para poder entender este concepto hay que dar un paso atrás y definir qué es el impacto social. Un término que no tiene una única definición pero que podría explicarse como los cambios (positivos o negativos) que experimentan los grupos de interés debido a una intervención o actividad y que afectan en el largo plazo.
Lo interesante y novedoso de este enfoque es que pone a las personas y al planeta en el centro de la toma de decisiones superando lo que hasta ahora se ha conocido como el fin último: el retorno financiero. Este es un importante punto de inflexión que puede revertir los desequilibrios de poder que rigen en el modelo tradicional. Es decir, la empresa debe conjugar la toma decisiones que sean positivas para la sociedad y el medioambiente y para la generación de beneficios económicos.
Pero de nada sirve este enfoque si no va acompañado de una herramienta que permita a la dirección tomar decisiones basadas en el impacto generado. Para ello, existe la medición y gestión que no es más que una forma de gestión de las organizaciones que permite dar un lugar predominante a los grupos de interés, incluidos aquellos que hasta ahora habían estado relegados (como colectivos vulnerables, trabajadores en la base de la cadena productiva).
Esta medición y gestión se podría definir como la cuantificación de los indicadores que permite medir los cambios que experimentan las personas y el planeta ante una intervención o actividad empresarial. En este caso, la identificación y el uso de las métricas se hace junto a los grupos de interés, asegurando así salvaguardar el espíritu del impacto social.
¿Miden su impacto social las empresas del IBEX 35?
Se han analizado las memorias anuales y los informes de sostenibilidad de las 35 empresas del IBEX para ver en qué medida han incorporado la medición y gestión del impacto social en su gestión empresarial. Para ello, se ha tratado de clasificar a las corporaciones en base a un semáforo que otorga distintos niveles según la integración de esta herramienta en su toma decisiones.
Los resultados obtenidos son los siguientes:
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La mitad de las corporaciones no han incluido la MGIS (rojo).
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Un 20 por ciento está en disposición de iniciarse en la medición, aunque aún no lo hayan hecho (ámbar).
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Cuatro corporaciones emplean la medición exclusivamente para cuantificar el impacto de sus actividades filantrópicas (verde claro).
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Un tercio lo han incorporado, pero de estas, solo siete lo hacen sobre la actividad propia de la empresa (verde medio y verde oscuro).
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Únicamente dos compañías utilizan la MGIS como una herramienta de gestión de manera integral en toda su actividad (verde oscuro).
¿Qué se puede concluir?
En base a los resultados obtenidos se pueden derivar ciertas conclusiones:
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Aunque existen numerosas metodologías para medir el impacto, las más empleadas en el contexto español son las llamadas Valor Compartido y London Benchmarking Group. Esto marca una diferencia significativa con el contexto internacional cuya tendencia exponencial es utilizar el Impact Management Project.
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No hay una evidencia clara sobre qué sector está más avanzado en la integración de la medición, pero hay ciertos indicios de que las empresas energéticas están unos pasos más evolucionados.
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La mayor parte de las empresas que afirman hacer medición y gestión del impacto no hacen público los casos, por lo que no hay evidencia de cómo se hace la medición, de qué manera se incorpora a los grupos de interés, qué métricas se emplean y qué rol han tenido las partes afectadas por la intervención. Sin conocer estos datos, la MGIS queda vacía de contenido.
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La medición (y su utilidad como herramienta de gestión) sigue sin ser entendida por la gran mayoría de las corporaciones ya que solo dos la han incorporada desde una visión integral, tal y como se hace con la contabilidad financiera.
Así pues, estos resultados demuestran que existe un amplio margen de mejora para el conjunto de empresas del IBEX 35. Tanto para aquellas que aún no han incorporado la medición como para las que lo han hecho, dado que no hay claridad de cómo se está traduciendo la teoría a la práctica.
En la nueva era de la sostenibilidad, la MGIS puede ser una herramienta de gestión estratégica para incorporar la visión y valoración de los grupos de interés. Lejos de perder poder en un mercado altamente competitivo, este enfoque es una manera de generar valor en el largo plazo para las personas, el planeta y la rentabilidad. Para acabar, un ejemplo que lo ilustra. Según un análisis realizado por Just Capital, las compañías que han adoptado esta visión del impacto social han logrado un rendimiento sobre el capital un 6,4 por ciento más alto que sus pares.
Paula San Pedro no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.
Paula San Pedro, Coordinadora del Think Tank de Impacto Social, Universidad Pontificia Comillas * Pots llegir-ho per qué la font i Crònica som Creative Commons
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