En el campo urbanístico ocupan un lugar destacado los grandes proyectos que movilizan inversiones. Sus diseños e innovaciones, en un medio o largo plazo, transforman nuestra vida siguiendo unos parámetros de supuesto bienestar.
Ciudades como Madrid (Madrid Nuevo Norte, Madrid Río, Bosque Metropolitano, Renazca), Barcelona (reestructuración olímpica, Plan Natura 2030) y Valencia (cauce antiguo del Turia) experimentan grandes cambios. Simultáneamente hay recursos marginados que pueden salir a la luz con presupuestos más limitados, a plazos más cortos y con participación ciudadana, como es el caso del suelo y edificaciones urbanas.
La necesidad de un espacio abierto naturado en proximidad (balcones, terrazas, fachadas) se ha puesto de manifiesto durante el confinamiento debido a la actual pandemia. Se ha estimulado la demanda, especialmente, en edificios ya existentes.
Como respuesta, tanto los legisladores como los planificadores urbanos están planteando considerar que estas superficies no computen como edificabilidad de la vivienda, eximiéndolas de la tasa de bienes inmuebles. Esto sería un estímulo para nuevas construcciones o para la reconversión de las existentes.
No obstante, esta medida no es suficiente, pues no se presta atención al uso que se le debería dar. De hecho, en muchas ciudades los balcones y cubiertas se encuentran sin naturar por parte de sus habitantes, lo que debe estimularse a través de las oportunas campañas de apoyo.
Infraestructuras verdes urbanas olvidadas
La sociedad urbana no reconoce adecuadamente los beneficios que percibe de las infraestructuras verdes. Entre ellos podemos mencionar los siguientes:
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Multifunciones. Por ejemplo: valor paisajístico; base de alimentos en los huertos; centros de encuentro y ocio; instrumentos descontaminadores de gases, polvo y calor; fuentes de salud física y mental; fomento de la biodiversidad y amortiguadores del cambio climático.
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Aprovechamiento de espacios marginados a costes asumibles. Es el caso de las cubiertas y paredes verdes. Hay millones de metros cuadrados que pueden reutilizarse con jardines, huertos o invernaderos según su ubicación y la preferencia de los vecinos.
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En las zonas urbanas más densas no queda espacio disponible en el suelo, y la naturación en altura es la única alternativa. En el caso de Madrid, estudios realizados en el barrio de Salamanca estiman que unos 475 mil metros cuadrados son susceptibles de naturación, a través de invernaderos, huertos y jardines al aire libre o dejando poblar a la naturaleza libremente con flora y fauna nativas, como suelen hacer ciudades como Londres, impulsando la biodiversidad.
La actitud del vecindario es manifiestamente favorable a la creación de espacios naturados en su entorno. Están dispuestos a apoyarlos económicamente en su instalación y mantenimiento, según análisis preliminares en distritos de Madrid como Salamanca, Argüelles, Chueca y Prosperidad.
Terrazas con invernaderos descontaminantes
Comentaba el premio Nobel Camilo José Cela en el artículo Jardines en el tejado (ABC, 1995) que “un inventor con tiempo para la fantasía ha tenido la idea de convertir tejados en jardines, siendo una inquietud tan saludable como oportuna”.
La fantasía que comentaba Cela se ve acompañada de realidades, poco reconocidas por los urbanitas, entre las que podemos señalar:
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Las azoteas son uno de los recursos dormidos que podemos despertar en nuestro país, al igual que se viene haciendo en otras ciudades del mundo, sustituyendo los bosques de antenas y tendederos por espacios verdes de huertos y jardines.
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Un plus añadido lo constituyen los invernaderos que purifican el aire de las chimeneas de calefacciones de viviendas y oficinas, así como actividades industriales. Se trata de reconducir los gases expulsados a invernaderos, donde el calor, el CO₂, NO₂ y el polvo en suspensión pueden ser reciclados utilizándolos en el cultivo de plantas.
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Madrid y Barcelona son dos de las ciudades europeas más contaminadas por partículas en suspensión PM₂,₅ y NO₂ y con mayor mortalidad. El NO₂ necesita una reconversión especial mediante urea cristalina, comercializada ya como AdBlue para los vehículos, especialmente camiones, habida cuenta que son una de las fuentes contaminantes más significativas en las ciudades.
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Las superficies naturadas en las cubiertas enfrían el aire que las rodea. Al deslizarse este desde las alturas por su mayor densidad, desplaza el aire contaminado de las calles, que se eleva y puede ser renovado mediante movimientos circulares.
Justicia social y naturación urbana
La recuperación de un área degradada, con una buena ubicación y habitada por grupos marginales, puede provocar un efecto de gentrificación. Puede atraer a ciudadanos más ricos que expulsan a los moradores tradicionales más pobres, enfrentados a una elevación de los precios de sus productos habituales o escasez de estos, así como de los servicios utilizados habitualmente. Con ello se alejan de sus puestos de trabajo y se rompe el entorno sociocultural de la comunidad en la que se encontraban.
La mayoría de las grandes ciudades con programas dinámicos urbanísticos se encuentran con ese marco operativo. Así, la ciudad de Nueva York muestra varias experiencias en dicho contexto. El corredor verde High Line, que aprovechó las infraestructuras de los pasos elevados en las calles para construir áreas verdes y jardines, ha tenido un gran éxito económico, atrayendo a turistas y negocios.
Otro proyecto exitoso ha sido Madrid Río. Esta iniciativa ha supuesto una mejora en la ribera del Manzanares. Se ha soterrado el tráfico con túneles, cubriéndolos con parques y áreas de recreo, con árboles y zonas verdes. Además, se ha recuperado el propio río, con su función natural y aumentando la biodiversidad. Es de interés analizar la evolución del vecindario, la revalorización de edificios, el perfil demográfico y los cambios producidos, habida cuenta el esfuerzo financiero realizado.
La celebración de eventos como las Olimpiadas ha sido un factor determinante para reestructurar ciudades como Pekín o Barcelona. Así, se han transformando zonas marginales o abandonadas, pero con un valor de situación geográfica, con el apoyo de inversiones públicas que, en definitiva, benefician a grupos determinados.
Caso especial para mencionar es el casco de La Habana Vieja. En conversación personal con el ya fallecido Eusebio Leal, historiador de La Habana, nos comentaba que se ha producido un fenómeno de recuperación, involucrando al propio vecindario, manteniendo los valores arquitectónicos y culturales tradicionales. Una de las preocupaciones ha sido evitar la gentrificación, fijando a la población habitual y facilitando actividades como el mercado de artesanía.
En conclusión, se puede decir que las soluciones basadas en la naturaleza aplicadas a los problemas urbanos deben encontrar un equilibrio entre la mejora del entorno medioambiental y la concordia económica y saludable del tejido social en que se ubican.
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Julián Briz Escribano, Catedrático emérito, Universidad Politécnica de Madrid (UPM) * Pots llegir-ho per qué la font i Crònica som Creative Commons
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