La violencia vicaria es una vertiente insufrible, sangrienta y delirante de la violencia que se ejerce hacia las mujeres. La obra Madres maltratadas: violencia vicaria sobre hijas e hijos galardonada con el premio Victoria Kent, es uno de los libros que mejor nos aproxima a esta forma de violencia.
Instrumentalizar a los hijos y las hijas para infligir dolor y acrecentar el control hacia las mujeres es una de las formas más extremas y brutales que adopta la violencia de género. A pesar del gran desconocimiento que existe sobre ella, es una de las violencias habituales y que muy pocas veces es denunciada. No se trata de una violencia aislada, sino de la culminación de un proceso de control y maltrato que sufren a menudo las mujeres.
No son pocas las voces expertas que denuncian que en la práctica judicial se sigue desvinculando la violencia de género de ciertas acciones perpetradas contra los y las menores, con la excepción de aquellos casos en los que a causa de la crueldad y trascendencia de los mismos se hace más fácilmente constatable dicha vinculación.
Es indudable que en el caso que nos ocupa existe una doble víctima afectada por la violencia: los hijos e hijas, sobre quienes se ejerce directamente el maltrato y las agresiones, de un lado, y la madre, víctima indirecta de la violencia ejercida sobre sus descendientes, de otro.
Los menores, más invisibles que sus madres
En este proceso, los y las menores víctimas a menudo acaban siendo más invisibles que sus propias madres y son el instrumento empleado por parte de los padres con el fin de conseguir controlar y dominar a sus parejas y exparejas sin necesidad de agredirlas físicamente.
Ante los obstáculos que las leyes y la justicia les imponen, los hombres que ejercen maltrato a través de estas prácticas persiguen continuar practicando violencia sobre su pareja o expareja a través del eslabón más vulnerable: los hijos y las hijas.
De este modo, nos encontramos con hombres que durante la relación de convivencia de pareja nunca se hicieron cargo del cuidado de sus hijos e hijas pero que con la rotura de la relación de convivencia con la pareja solicitan la custodia (compartida o plena) o bien un régimen de visitas amplio. Todo esto, con la finalidad de mantener el contacto con la expareja y poder seguir ejerciendo una práctica de maltrato, en muchos casos a través de los y las menores.
44 víctimas mortales menores
El número de menores víctimas mortales en casos de violencia de género contra las madres en España empezó a contabilizarse de forma oficial en 2013. La cifra de casos constatados oficialmente de forma acumulada hasta el momento es de 44 personas. Si observamos este registro, vemos que en 21 de esos casos (prácticamente la mitad) se trataba de personas menores de seis años.
Este 2021 los medios de comunicación se han hecho eco de algunos de estos casos, como el de Anna y Olivia. No obstante, no podemos perder de vista que este fenómeno tiene una dimensión de mayor alcance.
Las estadísticas oficiales a las que nos acabamos de referir no son más que la punta del iceberg, a la vista del resto de situaciones de similares características que se mantienen en el anonimato, situaciones que conducen a un desconocimiento silencioso de criaturas que sufren cotidianamente el tipo de maltrato al que nos estamos refiriendo y que no siempre tienen todo el respaldo institucional que haría falta para garantizar una protección efectiva.
Durante el año 2015 en España se llevaron a cabo una serie de reformas legislativas que ampliaban las medidas de protección hacia las personas menores y adolescentes. No obstante, estas reformas no siempre han supuesto un aumento efectivo en las medidas de protección.
De hecho, según los datos del Consejo General del Poder Judicial, en España solo en algo menos de un 2 % de los casos de violencia de género se ha decretado la suspensión del régimen de visitas, de la misma manera que también son muy pocos los jueces y las juezas que han dictado la retirada de la guardia y custodia a los agresores como medida cautelar de protección de las personas menores. Además, se constata una gran disparidad en la aplicación de las medidas de protección en función del órgano judicial que tiene competencias para resolver.
Multas y apercibimientos a mujeres víctimas
Y, mientras tanto, mientras no se corrige esta grave deficiencia, algunas de las mujeres que protegen a sus hijas e hijos deben cargar con multas coercitivas, apercibimientos de cambios de custodia y, en el peor de los casos, cambios de custodia y condenas de prisión y multa por delito de desobediencia grave a la autoridad.
Tendremos que hacer un gran esfuerzo de reflexión colectiva y exigir, cuanto menos, una formación especializada que incorpore la perspectiva de género en la instrucción recibida por parte de las y los operadores jurídicos con vistas a aumentar la efectividad en la detección de los matices de este tipo de violencia, como recomiendan múltiples voces expertas. Ya que, como apunta Carmen Peral López, "la ley puede ser justa, pero si su aplicación no lo es ¿de qué nos sirve?".
Empar Aguado Bloise no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.
Empar Aguado Bloise, Profesora del Departamento de Sociología y Antropología Social - Integrante del Instituto Universitario de Estudios de las Mujeres (IUED), Universitat de València
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