Tal y como ha publicado el saltodiario
Desde hace años la Mostra de València intenta poner de manifiesto que, pese a la opinión de Manuel Vázquez Montalbán, la berenjena no es el único elemento cultural común para todas las orillas del Mediterráneo: también lo es el cine. El festival cerró este fin de semana su 36ª edición otorgando su Palma de Oro al realizador bosnio Faruk Loncarevic por su película So she doesn't live (2020), un duro relato de un crimen machista real con la memoria de las guerras balcánicas como transfondo. La Palma de Plata recayó en el filme francés Le monde après nous (2021), un drama social con pinceladas de comedia sobre la precariedad, la amistad y las nuevas generaciones, con el que debuta Lauda Ben Salah-Cazanas.
Pero la existencia de un cine mediterráneo no equivale a reivindicar esencialismos. En realidad, como los archipiélagos, se podría decir que el cine que se hace en los diferentes países que rodean el Mare Nostrum está unido por todo aquello que lo separa: diferencias culturales, sociales, políticas, industrias cinematográficas con músculo dispar. En lo único en que coinciden plenamente, a su pesar, es en las trabas que estas producciones, ajenas a la gran industria cinematográfica, encuentran para llegar al público, superadas hoy relativamente en los últimos años gracias a las plataformas digitales.
Con todo, al repasar la filmografía reunida en la edición de este año no podemos dejar de encontrar algunos elementos comunes significativos. Algunos tal vez inevitables, como la relevancia temática que adquieren en muchos de los filmes las referencias a la crisis y la constante transformación de las sociedades modernas, un fenómeno que el portugués Rodrigo Areiras nos plasma en esa evocación de los mundos que desaparecen de su filme Vencidos da vida (2020).
En mayor o menor medida, podemos rastrear esta preocupación en las películas de Loncarevic y Ben Salas-Cazanas. Pero también en títulos como Luzzu (2021), una aproximación con referencias neorralistas al ocaso de los pescadores, primer largometraje del maltés Alex Camilleri con el que ha conquistado el premio de la Mostra a la mejor dirección. O Tailor (2020), la historia de un sastre en plena crisis económica griega, dirigida por Sonia Liza Kenterman, que ha permitido a Dimitris Imellos alzarse con el premio a la mejor interpretación masculina y a Nikos Kypourgos a la mejor banda sonora. Un mundo que se desmorona también es protagonista en la surrealista mirada que Srdjan Drogojevic lanza a la desintegración del socialismo yugoslavo, y con las que Duran Jaksimovic se ha hecho con el premio a la mejor fotografía.
Esa conciencia de la crisis está muy presente en la filmografía árabe que se ha podido ver en el festival, donde conflictos como el sirio o la resaca de las Primaveras Árabes tienen una marcada presencia
Y obviamente esa conciencia de la crisis está muy presente en la filmografía árabe que se ha podido ver en el festival, donde conflictos como el sirio o la resaca de las Primaveras Árabes tienen una marcada presencia. Es el caso de Broken keys (2020), película ganadora del premio del público, donde el libanés Jimmy Keyrouz, aborda la asfixia social y cultural del fundamentalismo islámico y el terrorismo del ISIS. Mundos que cambian también por las nuevas redes sociales y el contraste que provocan con la tradición, como el que viven los personajes encarnados por las actrices Bassant Ahmed y Pásmala Elghaiesh, premio ex aequo a la mejor interpretación femenina con el filme Souad (2020), de la egipcia Ayten Amin.
El protagonismo de la mujer que nos refleja la película de Amin —por cierto, su primer largo de ficción tras iniciar su carrera como documentalista durante las protestas de la plaza Tahrir— también está presente en varias de las producciones que se han podido ver en la Mostra. Si en el filme de Loncarevic la violencia machista aparecía en toda su crudeza, el tunecino Mehdi Emili nos presentó la descomposición familiar a través de un melodrama social, Streams (2020), en el que sigue las vicisitudes de una mujer por recomponer, tras salir de la cárcel por adulterio, la relación con su hijo. También lo hallamos en la resistencia de esas mujeres encerradas en un edificio durante la revuelta egipcia sobre las que se construye su opera prima la realizadora Manal Khaled, Trapped (2021).
Pero el género no solo ha estado presente en la Mostra desde una perspectiva feminista, también cinematográfica. Porque el cine de género, y espacialmente el thriller, ha sido otra característica común en muchos de los filmes que se han podido ver estos días en València. Empezando por la presencia española, como el estreno de El lodo (2021), de Iñaki Sánchez Arrieta, cuya tensión tiene la Albufera como telón de fondo y un plantel de actores que incluyen a Raúl Arévalo, Paz Vega o Roberto Álamo. O El sustituto (2021), sexto largometraje del catalán Óscar Aibar donde memoria histórica, caza de nazis y desarrollismo se dan la mano en la Dénia de la Transición.
Pero el interés por el thriller lo hallamos a ambos lados del Mediterráneo, con títulos como Zanka contact (2021), de Ismael El Iraki, un realizador conocido como "el Tarantino marroquí"
Pero el interés por el thriller lo hallamos a ambos lados del Mediterráneo, con títulos como Zanka contact (2021), de Ismael El Iraki, un realizador conocido como "el Tarantino marroquí"; o en su vertiente política, en ese regreso de un exiliado a la Siria hundida en la guerra que nos presentan Rana Kazskaz y Anas Khalaf en The translator (2020). Y sin dejar la influencia de los géneros cinematográficos, no menos destacada fue la recopilación de cine de terror árabe programada por el festival, que permitió ver no solo cómo los cineastas árabes controlan los códigos de este género, como los ya clásicos del cineasta egipcio Marwan Hamed, sino también cómo han sabido adaptar elementos culturales propios, como hace el marroquí Jérôme Cohen-Olivar con su largometraje Kandisha (2008). El de terror, además, estuvo representado con la proyección de Visitante (2021), debut del valenciano Alberto Evangelio estrenado en el último festival de Sitges.
En cualquier caso, el cine mediterráneo, como ocurre con cualquier producción cinematográfica sea cual sea la escala geográfica de referencia, es por esencia diverso. Lo que no impide que, más allá de los rasgos temáticos, nos enfrentemos también ante diálogos, referencias y fusiones que rompen las fronteras nacionales o las diferentes orillas de procedencia. Un buen ejemplo se pudo ver en la sección 'Esto (no) es una película de Berlanga' en la que, coincidiendo con el centenario del autor de El verdugo (1963), se pudo rastrear la huella del cineasta valenciano en otras cinematografías mediterráneas. El ciclo permitió ver la adaptación del guion de Berlanga y Rafael Azcona A mi querida mamá en el día de su santo (1974), que dirigió el realizador italiano Luciano Salce, o las curiosas adaptaciones de Bienvenido Mister Marshall (1953) realizadas desde Bosnia y Egipto por Pjer Zalica y Mounir Rady. La sección se completó con la proyección de Días de viejo color (1967), de Pedro Olea, donde descubrimos a Luis García Berlanga en su faceta de actor.
La sección se completó con la proyección de Días de viejo color (1967), de Pedro Olea, donde descubrimos a Luis García Berlanga en su faceta de actor
Y no poco de fusión y diálogo intercultural encontramos también en el ciclo dedicado a Marc Hurtado. Este artista multidisciplinar, marroquí de nacimiento, de padres españoles y residente en Francia, se ha forjado una carrera donde música e imagen se dan la mano con unas propuesta marcadas por la transgresión y el ánimo experimental. Además del repaso a su trayectoria artística, la presencia de Hurtado en la Mostra incluyó una masterclass y el estreno en España de su último trabajo, My lover the killer (2020), realizado junto a la cantante y artista multidisciplinar Lydia Lunch.
Por último, la Mostra de Cine de València incluyó un repaso a la peculiar filmografía de Jean-Pierre Jeunet, a quien se distinguió con la Palmera de Honor del festival. En la panorámica se pudo ver desde su primer y mítico largometraje, Delicatessen (1991), hasta, entre otras, su galardonada Amélie (2001), su incursión en el cine de Hollywood Alien: Resurrección (1997), o su última película estrenada en salas El extraordinario viaje de T.S. Spivet (2013). Su nueva película, Bigbug (2021), se estrenará en Netflix. Los tiempos cambian.
En suma, la Mostra de Cine de València volvió a poner de manifiesto la pluralidad y la riqueza del cine que realiza por los países que bordean el mar Mediterráneo. Con sus diferencias, encuentros y desencuentros, estos últimos especialmente marcados por la dificultad que estas producciones encuentran no para romper las fronteras nacionales, sino los canales de distribución. Un año más, la Mostra puso su empeño en romper esos prejuicios y esas barreras y hacer posible la esencia última del cine: llegar al público. O al menos intentarlo.
José Manuel Rambla
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