¿Cómo hemos llegado hasta aquí? El auge de las fuerzas ultraderechistas en todo el mundo y, por ende, el riesgo de retroceder en los avances democráticos conquistados bebe de varios factores, entre los cuales cabe destacar los partidistas, los institucionales y los mediáticos.
Seguramente conozcan la película alemana La Ola. En ella, un profesor debe explicar a sus alumnos qué es una autocracia. Decide que la mejor manera de hacerlo es a través de un experimento sociológico que demuestre que una dictadura puede reaparecer en cualquier democracia. El experimento se le acaba yendo de las manos.
Este filme, usado por muchos docentes durante la última década, traía el debate acerca del resurgimiento de los partidos de extrema derecha. Pocos imaginaban la situación actual, con representación parlamentaria de fuerzas ultraconservadoras en buena parte de los países europeos. Hoy, 15 de septiembre, Día Internacional de la Democracia, es importante el análisis y la reflexión.
¿Cómo hemos llegado hasta aquí? El auge de las fuerzas ultraderechistas en todo el mundo y, por ende, el riesgo de retroceder en los avances democráticos conquistados bebe de varios factores, entre los cuales cabe destacar los partidistas, los institucionales y los mediáticos.
Según el CIS, los políticos en general, los partidos políticos y la política siguen siendo uno de los principales problemas. Tanto es así que, tras el récord de la categoría en diciembre de 2019, su presidente, José Félix Tezanos, optó por subdividirla en tres problemas diferentes y reducir así la abultada (y preocupante) cifra.
Es evidente que no toda la responsabilidad es de los partidos políticos, pero existe algo que no se está haciendo bien. Tal y cómo explica el sociólogo Sergio García Magariño, los partidos están fallando en algunas cuestiones, sobre todo en la falta de reconocimiento del adversario político. El rechazo a la legitimidad del adversario pone en jaque, no solo a ciertos partidos, sino a las propias instituciones, como son el gobierno o los parlamentos.
Esto es grave. Las instituciones públicas democráticas son el garante del buen funcionamiento democrático y deben ser preservadas, en la medida de lo posible, del enfrentamiento político, aunque eso no signifique que no puedan ser mejoradas o modernizadas. En España, la situación está lejos de ser la deseada.
Los datos del CIS señalan el deterioro del tercer poder del Estado, la Justicia. El 48 % de los encuestados del último estudio (2019) calificaba de malo o muy malo su funcionamiento y el 50 % opinaba que los jueces son poco independientes. ¿Se imaginan cuáles serían los datos tras más de 1.000 días sin renovar el Consejo General del Poder Judicial? El veto del Partido Popular a Unidas Podemos para renovar el órgano es el ejemplo perfecto de negación del adversario político que daña las instituciones y la democracia, aunque se trate de una excusa para conservar la mayoría conservadora del CGPJ.
¿Y qué ocurre con el cuarto poder? Los medios de comunicación tienen un papel fundamental en la promoción de la cultura democrática. El derecho a la información recogido en el artículo 20 de la CE remarca la importancia de la información veraz, pero este precepto no se cumple. La confianza en las noticias en general, según el último informe de Reuters Institute, sigue bajando y se sitúa en solo un 36 % en España. La proliferación de periódicos digitales de fake news y la difusión de bulos tienen mucho que ver, así como la conducta de algunos medios generalistas haciéndose eco de las noticias falsas.
«Esta es la primera generación que está insatisfecha con la forma en que funciona la democracia», alertaba Roberto Foa, codirector del Cambridge Centre for the Future of Democracy. Por eso los poderes públicos tienen la obligación de fomentar la cultura de la democracia a través de la participación ciudadana, del asociacionismo, la transparencia y la memoria. Estos cuatro pilares son fundamentales para conseguir que la ciudadanía se sienta partícipe, se organice para ejercer como contrapoder de los grandes grupos de presión, vea las instituciones más cercanas y, en última instancia, recuerde que los derechos de que hoy disfrutamos son el resultado de las luchas colectivas del pasado frente aquellos que querían arrebatarlos.
La democracia (Demos Kratos) es el poder del pueblo. La política y las instituciones públicas son los instrumentos que tienen las personas corrientes para ejercerlo. Cuando las fuerzas políticas negacionistas y ultraderechistas las deterioran sistemáticamente, podemos decir que la democracia sí que está en riesgo. Nuestro deber es recordarlo y evitarlo.
Rosa Pérez, es Conselleria de Participació, Transparència, Cooperació i Qualitat Democràtica i Coordinadora d'Esquerra Unida del País Valencià
publicado en levante-emv || que republicamos por su interés
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