Antes de empezar, tienes que leer de lo que opino yo de la penalización de cualquier tipo de opinión. Mi opinión está aquí y aquí He mantenido esta opinión siempre y en contra de la mayoría de mis propios compañeros de activismo. He escrito sobre ello muy a menudo. Hablando en plata y para que se entienda, no existe el derecho a no ser ofendido, pero sí existe algo que se enuncia como libertad de expresión y que de una manera burda y simplificada podría decirse que incluye la defensa del derecho a ofender. La libertad de expresión se defiende contra quienes se sienten ofendidos por las opiniones o expresiones ajenas. Si lo que se dice no ofende o no molesta a nadie no se está ejerciendo la libertad de expresión, sino que se está expresando un sentido común mayoritario. Sobre esto sigo pensando lo mismo. Yo creo que Hazte Oir tiene derecho a decir lo que quiera de la misma manera que tenemos derecho a detener el autobús de Hazte Oir manifestándonos delante así como a presionar para que los poderes públicos le retiren cualquier dinero público que reciba.
El otro día tuiter estalló porque un activista de la defensa de la libertad de expresión en internet leyó un artículo de la ley LGTBI que recoge la posibilidad de multar por la vía administrativa las ofensas y vejaciones al colectivo LGTB, así como a censurar dichas ofensas. Dicho artículo se encuentra en una ley contra la discriminación hacia este colectivo que la FELGTB presentó al grupo Podemos-En Comú- En Marea y que este aceptó en su totalidad con la idea de que la proposición de ley (que no la ley resultante) fuera la propuesta de los colectivos que llevan décadas luchando por una ley como esta. Es una propuesta que inicia un trámite parlamentario en el cual caben todo tipo de enmiendas. Y es una ley que recoge todo lo aprobado hasta ahora en varias comunidades autónomas con el voto a favor de todos los partidos. Por otra parte, la cuestión de que algunas expresiones propias de los discursos de odio se resuelvan por vía administrativa, ya ocurre y está recogida en varias normas. De hecho al autobús de Hazte Oir se le prohibió circular sin que interviniera juez alguno. Pero un caso muy semejante es el de la Ley del Deporte que recoge que cuando en un estadio de futbol se emiten canticos racistas se puede multar al club o, incluso, cerrar el estadio sin que lo diga un juez. Basta con que lo diga el órgano administrativo creado al efecto. La ley del deporte trata el racismo de manera muy parecida a como la ley presentada trata la lgtbifobia.
Pero ante el artículo en cuestión, el activista referido estalló en llamas, “hasta aquí ha llegado Podemos para mí”, dijo. Caray, qué piel tan fina. ¿Un artículo discutible y enmendable en una ley a favor de los refugiados, por ejemplo, habría terminado de la misma manera con su simpatía por Podemos?. Y después de él los mensajes siguieron hasta el punto de que parecía que lo peor que le ha pasado a la libertad del mundo, lo peor sin matices, es que a un colectivo vejado e insultado hasta el infinito se le haya pasado por la cabeza que dichos insultos y vejaciones puedan ser objeto de una multa administrativa sin que intervenga un juez (aunque al final del procedimiento sí que hay un juez). Esta idea con la que yo estoy en desacuerdo (ahí arriba mis artículos) es sin embargo una idea que se les ocurre recurrentemente a todas las víctimas y que todas ellas quieren incluir en las leyes que buscan protegerlas del maltrato. Todas quieren impedir que no se les insulte, todas quieren prohibir dichos insultos y esta posibilidad, como he dicho, ya se incluye en algunas leyes específicas, la del deporte, alguna de Igualdad de Igualdad y en varias de las normas autonómicas contra la lgtbifobia. Nadie ha protestado por ello, ni la libertad de expresión peligra.
Pero la pretensión del colectivo lgtb, según los ciberactivistas, es como la ley Mordaza, una ley Mordaza lgtbi. Es más, somos como los nazis, según un ciberactivista. Vamos a pasar por alto que fuimos nosotros/as a los que se puso un triángulo rosa o negro en el pecho y a los que se recluyó en los Campos de Concentración nazis. Vamos a pasar por alto que en todo el mundo se nos asesina, viola, apaliza e insulta y que nosotros y nosotras no hemos respondido nunca con la violencia. Que nuestra lucha por los derechos civiles ha sido pacífica y modélica. Pero no vamos a dejar de decir que la capacidad para insultar, vejar y humillar, así como la capacidad para multar y encarcelar se da sólo en una dirección. Es el poder el que humilla, se mofa e insulta a quienes son débiles o no tienen poder. Comparar la pretensión del colectivo LGTBI, objeto de siglos de vejaciones y escarnio público, con la Ley Mordaza o con los nazis es cómo comparar lo que significa que robe un pobre para comer con que robe un banquero.
Que la ley sea una propuesta de máximos que habrá que debatir, no importó nada en ningún momento y los ciberactivistas pedían la retirada de toda la ley por ese artículo. Que la ley proteja a los adolescentes de que los humillen en la escuela, que pretenda proteger a la gente de las palizas en la calle, que pretenda ofrecer vidas más vivibles a un colectivo históricamente perseguido, pequeño y sin poder, no tiene ninguna importancia. De todas las opiniones expresadas esos días, ni una sola se preocupó de acompañar sus críticas con una pizca de empatía por el sufrimiento histórico que ha padecido este colectivo. La defensa de la libertad de expresión para insultar a las personas lgtbi no se acompañaba de la defensa de la dignidad de este colectivo; eso no tenía ninguna importancia. La ley había que retirarla entera, sin remisión. Que los adolescentes se suiciden por no poder soportar la lgtbifobia, es secundario; que te puedan expulsar de un local por darte un beso…nada. Pocos de los críticos han leído la ley entera, pocos o ninguno ha incorporado algún tipo de matiz a sus críticas, ninguno de ellos ha sido capaz de reflexionar por un momento lo que podría significar la retirada de toda la ley porque haya un artículo en la misma que puede enmendarse o suprimirse.
Además, decía el coro a renglón seguido, todo esto está llegando al paroxismo y las mujeres y la corrección política tienen mucha culpa. Soto Ivars, por ejemplo, metía en el mismo saco la multa por vía administrativa que proponía la ley (que ya se hace en muchos casos) con el hecho de que los ayuntamientos no contraten al cómico Cremades por sus comentarios sexistas, demostrando que lo que aquí se juega no es la defensa de la libertad de expresión, sino el mantenimiento de ciertos privilegios. De repente, se abrió la puerta y todos parecían Pérez Reverte quejándose de que si es machista, le regañan. Por cierto que merece una reflexión el hecho de que no haya habido mujeres en el coro acusador de la ley; quizá porque muchas veces también nosotras hemos deseado y pedido protección pública ante las vejaciones y la violencia simbólica que sufrimos cotidianamente por parte de los Pérez Reverte del mundo. Aquí solo ha salido testosterona militante; mucha de ella no activada en general y que se activa ahora, cuando uno de los colectivos más vulnerables que existe pretende recortar el derecho al insulto y la humillación pública.
Lo cierto es que existe en la sociedad una resistencia pasiva u oculta a los avances de las minorías porque todas ellas tocan privilegios de clase, de raza, de sexo, de orientación sexual. Y esta resistencia pasiva está generando corrientes políticas subterráneas que se revuelven contra lo que ellos llaman “la corrección política” y que es eso que las minorías, dicen, han impuesto a modo de corsé a la gente “normal” que ya no puede expresarse libremente, que ya no puede insultar y humillar lo que les gustaría. En parte, esa resistencia pasiva al feminismo, a los avances de los negros y de las personas lgtbi tiene que ver con el triunfo de Trump. Es una resistencia que está esperando que se abra una grieta para poder mostrarse abiertamente. El artículo de la ley LGTBI cuestionado no va a tumbar la libertad de expresión en Occidente. Pero todo esto ha sido lo suficientemente importante como para devolvernos a la realidad. Mira mucho orgullo gay, mucho lobby pero…amigas, esto es lo que somos. Nos toleran, pero aun no hemos dejado de ser un cuerpo extraño.
Para terminar sólo dos cuestiones: La primera es que, y vuelvo al principio, creo que la libertad de expresión es lo único que nos protege a nosotrxs, a los que no tenemos poder; y nos protege del poder, precisamente. Aunque muchos de mis compañeros no lo entiendan ni compartan, somos nosotrxs los que necesitamos que la libertad de expresión sea lo más amplia posible. O no podremos ni abrir la boca. La segunda es que sí, el desprecio social, el insulto público y compartido es siempre un privilegio: de sexo, de raza, de clase, de estatus, de heterosexualidad. Funciona sólo en una dirección, las reacciones histéricas no se deben sino a esto. A que les hemos tocado donde les duele
* Beatriz Gimeno es Diputada de Podemos. Activista social y feminista por la diversidad sexual y por los derechos de las personas con discapacidad. Ha publicado dos libros de relatos, dos novelas, tres ensayos y dos poemarios. Escribe habitualmente en elplural.com, elciudadano.cl, pikaramagazine o eldiario.es, o público así como en otros periódicos y revistas. Forma parte también del grupo Econonuestra
* Crónica agradece que desde nuestros inicios haya permitido siempre compartir sus opiniones con nuestros lectores.
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