La imagen de Rita Barberá entrando en el Tribunal Supremo por la puerta de los imputados vip, la misma que han atravesado en los últimos años Luis Bárcenas, Manuel Chaves, José Antonio Griñán o José Blanco, marca el ocaso de la carrera política de la exalcaldesa de Valencia, el final de una brillante trayectoria en las urnas al caloret de sus cinco mayorías absolutas que, a la inversa de lo anunciado en su pregón de las Fallas de 2015, deja paso al fret del invierno judicial que le espera en los próximos meses.
A sus 68 años de vida y más de 40 de militancia, primero en la Alianza Popular de Manuel Fraga y después en el Partido Popular que heredó José María Aznar sin “tutelas ni tutías”, Barberá se enfrenta a su primera imputación judicial completamente sola, obligada a dejar la formación de la que presumía tener el carné número 3 (sólo por detrás del fundador y el heredero) y sin noticias del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, que durante años repitió, sin temor a la venganza de la hemeroteca, que Rita era “la alcaldesa más emblemática de España, la más respetada, la más eficaz y la más querida”.
La ahora senadora del Grupo Mixto, que sigue sentándose junto a sus excompañeros del PP en la apertura solemne de la legislatura y que recorre una decena de metros delante de las cámaras para espetar al exministro de Asuntos Exteriores –“¡Margui, que no me has saludado!”– se presenta ante el Supremo tras haber conseguido esquivar durante décadas todas las advertencias que le han llegado desde los tribunales.
Barberá salió indemne del ‘caso Gürtel‘ a pesar de que Álvaro Pérez, el hombre del “bigote espléndido” que dirigía la sucursal valenciana de la trama corrupta, le hizo un regalo por Navidad al menos durante cuatro años, como reconoció en una conversación en enero de 2009 que la Policía grabó desde la tienda de Louis Vuitton en la que se disponía a comprarle “un bolso de la colección nueva”. “No nos da nada, no nos sirve de nada, pero tampoco me jode”, decía.
También le hizo la cobra al juez del ‘Caso Nóos’ al conseguir que el Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana (TSJCV) rechazara su imputación al considerar que ni ella ni el expresident Francisco Camps participaron en la adjudicación al tinglado de Iñaki Urdangarin de las tres ediciones del congreso Valencia Summit y el proyecto nunca nacido de los Juegos Europeos, eventos que nadie sabía para qué servían pero que costaron a las arcas públicas más de tres millones y medio de euros.
Dos casos de los que Rita salió indemne que se suman a otros tres. Los jueces tampoco vieron delito en los regalos que la alcaldesa recibió de Emarsa, la empresa que gestionaba la depuración del agua de Valencia y en la que se detectó un fraude de más de 23 millones de euros. Ni en los gastos de representación de más de 278.000 euros que Compromís desveló bajo el nombre de ‘Ritaleaks‘ y que incluían el pago de en torno a 6.000 euros en una mantequería o en las cajas de naranjas que la alcaldesa regalaba a sus compromisos por Navidad. Ni en que desobedeciera la Ley de Memoria Histórica por no retirar los símbolos franquistas que continúan existiendo en la ciudad.
Al fret del invierno madrileño, lejos queda el “¡Rita, eres la mejor!” que Rajoy dedicó a Barberá durante la campaña de mayo de 2015 en un mitin en la plaza de toros en el que proclamó que “Valencia siempre fue Valencia”. Por delante, una imputación por blanqueo de capitales en el denominado ‘caso del pitufeo‘, una pieza separada del ‘caso Imelsa’, en el que se investiga desde abril de 2015 el amaño de contratos a cambio de comisiones ilegales en la Diputación de Valencia a través de la empresa que dirigía el yonki del dinero, Marcos Benavent; el Ayuntamiento, con la Concejalía de Cultura como epicentro de actividades; y la Generalitat, a través de la empresa pública Ciegsa.
El pitufeo de capitales, según el titular del Juzgado de Instrucción número 18 de Valencia, Víctor Gómez, que dirigió la ‘operación Taula‘ que lo puso al descubierto, consistió en que Barberá y medio centenar de miembros de su equipo realizaron transferencias de 1.000 euros a una cuenta del partido para financiar la campaña azul de los populares valencianos. A cambio, los pitufos de Barberá recibieron dos billetes de 500 que, según la Fiscalía Anticorrupción, provendrían, presuntamente, del cobro de comisiones ilegales a cambio de adjudicaciones.
La operativa se la explicaba a su hijo la exconcejal María José Alcón, esposa del que fuera número 2 de Barberá en el Ayuntamiento, Alfonso Grau, en una grabación realizada por Benavent que refleja la que puede ser la conversación más escandalosa sobre corrupción que ha salido a la luz en los últimos años en España:“Han hecho una trampa en el partido, que me han dado 1.000 euros en dos billetes de 500, dinero negro (…) Y yo les tenía que hacer una transferencia legal de mi cuenta, o sea, para blanquear dinero, vamos, corrupción política total (…) Si como tú me dijiste una vez, y tienes más razón que un santo, en este país lo único que funciona es la corrupción…”
Durante la instrucción, Mamá Pitufa Barberá al menos ha conservado la fidelidad de los suyos, materializada en la declaración de la secretaria del Grupo Municipal y presunta cajera de la “organización criminal”del PP valenciano, Mari Carmen García Fuster, que llegó a “jurar solemnemente” ante el juez que su jefa no tenía nada que ver con el blanqueo. Una afirmación que tendrá que creerse el exfiscal general del Estado Cándido Conde Pumpido, instructor de la causa en el Supremo, el Gargamel de Rita Barberá en estos tiempos en los que se esfumó el caloret.
En primer plano, la senadora Rita Barberá, en el Salón de Pasos Perdidos del Congreso, tras recibir el saludo de los Reyes y sus hijas, durante la ceremonia de apertura de las Cortes en la XII Legislatura./ Chema Moya (Efe)
(*) Alfonso Pérez Medina es periodista.
Primero en CuartoPoder
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