En un momento de desolación, bajo la larga y minuciosa mezquindad del franquismo, Jaime Gil de Biedma escribió unos versos que parecían una renuncia: "De todas las historias de la Historia / sin duda la más triste es la de España, / porque termina mal". Se trataba de un poema social, ese tipo de compromiso despreciado por la crítica que veía mal la mezcla de las musas con los afanes políticos.
Por eso no es gratuito que Gil de Biedma utilizase para su poema una estrofa difícil, la sextina, sólo al alcance de los que están bien formados en la tradición clásica y en las habilidades retóricas. La composición consta de seis estrofas con seis versos de arte mayor en los que se juega con seis palabras que componen al final una contera de tres versos. Las palabras utilizadas por Jaime fueron historia, pobreza, gobierno, demonios, hombre y España. No eran entonces palabras muy alentadoras, pero se encaminaron hacia un deseo esperanzado o, por lo menos, a un esfuerzo de negarse a la renuncia: "es tiempo aún para cambiar la historia / antes que se la lleven los demonios".
Siempre he creído que el alegato final de esperanza es creíble en este poema precisamente por la estrofa elegida, la difícil sextina. Hay un orgullo creativo, una alegría personal, un saberse dueño del oficio, una confiada afirmación cívica en los propios valores contra las injusticias del franquismo y contra el rechazo de los falsos puros y sus calumnias.
Jaime Gil de Biedma, formado en la poesía anglosajona, fue un ejemplo literario de sentimentalidad civilizada. Unió el sentido común a la imaginación moral para que su conciencia pudiese dialogar con un mundo que estaba ahí, fuera de él, con su realidad inevitable. ¿Qué quiero yo? ¿Cuál es la realidad del mundo? Tomar decisiones civilizadas supone un viaje de ida y vuelta para elegir entre lo que hay, no entre fantasmas.
En nuestras discusiones tendemos a comportarnos como políticos del PP, esos que piensan que las instituciones son suyas, que el país es suyo. Doña Ana Pastor es presidenta del Parlamento y a ella le corresponde fijar fecha para la sesión de investidura. Pero se salta a la torera su obligación, usa la institución como un juguete y evita la fecha para seguir el juego partidista de Mariano Rajoy y Soraya Sáenz de Santamaría. El PP, con su herencia franquista, hace de España una vez más un país de todos los demonios y todas las demonias.
Pero digo que tendemos a comportarnos en las discusiones como si el país o el mundo fuese nuestro. Ahora me veo discutiendo en defensa de Hillary Clinton. Frente a la barbarie de Donald Trump, me quedo con Hillary, y además creo que está bien, un paso más, que una mujer sea presidenta de las EE.UU. Una amiga me dice que Hillary no representa a las mujeres palestinas o a las pobres norteamericanas; otro amigo me recuerda sus apoyos a las intervenciones bélicas, otra amiga… Bueno, ¿pero Donald Trump va a representar mejor a las mujeres palestinas y a los pacifistas del mundo? Se trata de negociar con lo que hay, no de vivir en las nubes.
Por un mezquino aprovechamiento de la realidad, hay figurones de la izquierda que acaban siendo embajadores de los intereses de la derecha. Por una estúpida negación de la realidad, hay gentes de izquierdas que se convierten en buenos aliados para la perpetuación de la derecha.
Cada situación exige una respuesta particular, una jerarquía de aceptaciones. Por ejemplo: aceptemos ahora que no es igual la negociación después de la primera cita electoral que después de la segunda. Y, al mismo tiempo, hay cosas a las que no se puede renunciar. Los bufones mediáticos se han empeñado en repetir que España no debe permitirse unas terceras elecciones. Preparan así la estrategia y los chantajes del PP. Pero muchos de los que creemos que no deberían convocarse nuevas elecciones, pensamos también que lo prioritario es evitar que el gobierno vuelva a caer en manos del PP. España no debe consumirse en la corrupción y la gente no debe soportar otra vez las políticas clasistas de una derecha sin escrúpulos. Hay maneras de cumplir este deber, maneras de facilitar un espacio compartido para dar respuesta a algo que no es una maldición histórica, sino una responsabilidad cívica.
Escribió Jaime Gil de Biedma: "Porque quiero creer que no hay demonios. / Son hombres los que pagan al gobierno, / los empresarios de la falsa historia, / son hombres quienes han vendido al hombre, / los que le han convertido a la pobreza / y secuestrado la salud de España".
Siempre he creído que el alegato final de esperanza es creíble en este poema precisamente por la estrofa elegida, la difícil sextina. Hay un orgullo creativo, una alegría personal, un saberse dueño del oficio, una confiada afirmación cívica en los propios valores contra las injusticias del franquismo y contra el rechazo de los falsos puros y sus calumnias.
Jaime Gil de Biedma, formado en la poesía anglosajona, fue un ejemplo literario de sentimentalidad civilizada. Unió el sentido común a la imaginación moral para que su conciencia pudiese dialogar con un mundo que estaba ahí, fuera de él, con su realidad inevitable. ¿Qué quiero yo? ¿Cuál es la realidad del mundo? Tomar decisiones civilizadas supone un viaje de ida y vuelta para elegir entre lo que hay, no entre fantasmas.
En nuestras discusiones tendemos a comportarnos como políticos del PP, esos que piensan que las instituciones son suyas, que el país es suyo. Doña Ana Pastor es presidenta del Parlamento y a ella le corresponde fijar fecha para la sesión de investidura. Pero se salta a la torera su obligación, usa la institución como un juguete y evita la fecha para seguir el juego partidista de Mariano Rajoy y Soraya Sáenz de Santamaría. El PP, con su herencia franquista, hace de España una vez más un país de todos los demonios y todas las demonias.
Pero digo que tendemos a comportarnos en las discusiones como si el país o el mundo fuese nuestro. Ahora me veo discutiendo en defensa de Hillary Clinton. Frente a la barbarie de Donald Trump, me quedo con Hillary, y además creo que está bien, un paso más, que una mujer sea presidenta de las EE.UU. Una amiga me dice que Hillary no representa a las mujeres palestinas o a las pobres norteamericanas; otro amigo me recuerda sus apoyos a las intervenciones bélicas, otra amiga… Bueno, ¿pero Donald Trump va a representar mejor a las mujeres palestinas y a los pacifistas del mundo? Se trata de negociar con lo que hay, no de vivir en las nubes.
Por un mezquino aprovechamiento de la realidad, hay figurones de la izquierda que acaban siendo embajadores de los intereses de la derecha. Por una estúpida negación de la realidad, hay gentes de izquierdas que se convierten en buenos aliados para la perpetuación de la derecha.
Cada situación exige una respuesta particular, una jerarquía de aceptaciones. Por ejemplo: aceptemos ahora que no es igual la negociación después de la primera cita electoral que después de la segunda. Y, al mismo tiempo, hay cosas a las que no se puede renunciar. Los bufones mediáticos se han empeñado en repetir que España no debe permitirse unas terceras elecciones. Preparan así la estrategia y los chantajes del PP. Pero muchos de los que creemos que no deberían convocarse nuevas elecciones, pensamos también que lo prioritario es evitar que el gobierno vuelva a caer en manos del PP. España no debe consumirse en la corrupción y la gente no debe soportar otra vez las políticas clasistas de una derecha sin escrúpulos. Hay maneras de cumplir este deber, maneras de facilitar un espacio compartido para dar respuesta a algo que no es una maldición histórica, sino una responsabilidad cívica.
Escribió Jaime Gil de Biedma: "Porque quiero creer que no hay demonios. / Son hombres los que pagan al gobierno, / los empresarios de la falsa historia, / son hombres quienes han vendido al hombre, / los que le han convertido a la pobreza / y secuestrado la salud de España".
* Crónica agradece al autor su generosa decisión de compartir sus artículos de opinión con nuestros lectores.
Publicado primero en Infolibre
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