De una enorme sopa de siglas, datos y acuerdos opacos, comienza a emerger el TTIP, el acuerdo de libre comercio que Estados Unidos y la Unión Europea negocian casi en secreto. “Los medios generalistas no publican casi nada y cuando publican algo es información muy parcial”, se queja Alberto Martínez, economista y miembro del movimiento ciudadano por la justicia económica global ATTAC. Rodeado de documentación para no perderse entre la multitud de datos a repasar, analiza los objetivos de la campaña europea por el no al TTIP, que esta semana se ha reunido en Bruselas (Bélgica) en paralelo al comienzo de la décima ronda de negociaciones oficiales sobre el tratado. “La presión de la campaña europea va a ser muy fuerte”, avanza. No es para menos, teniendo en cuenta que la izquierda europea ha tomado el TTIP como uno de sus principales caballos de batalla. Para el próximo 10 de octubre se prepara una gran movilización que coincidirá con la finalización de la recogida de firmas de la Iniciativa Ciudadana Europea (la ILP de ámbito europeo) en contra del tratado. Se esperan protestas a escala europea al estilo de las realizadas el pasado 18 de abril, una vez que la ciudadanía empiece a conocer los riesgos que la aprobación del acuerdo puede suponerle según sus críticos.
¿Qué es el TTIP?
TTIP son las siglas en inglés del Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones. En teoría, es un tratado de libre comercio e inversiones. Aunque de libre comercio tiene poco, ya que este ya existe entre Estados Unidos y la Unión Europea. El objetivo del tratado no es incrementar los intercambios comerciales entre Estados Unidos y la UE, sino rebajar las barreras no arancelarias. El TTIP es una especie de gran contenedor donde todas las grandes corporaciones transnacionales de todos los sectores han ido metiendo su carta a los Reyes Magos, lo que les interesa para tener un comercio libre de cualquier tipo de restricciones: regulaciones existentes sobre alimentos, productos químicos, aspectos laborales, datos personales o servicios públicos. Es ahí donde está el peligro.
¿Cuándo surge la génesis de este tratado?
En 1995 se crea una organización llamada Diálogo Empresarial Transatlántico y desde ese momento las grandes transnacionales llevan intentando conseguir un tratado de amplio espectro que abarque Estados Unidos y la Unión Europea y que signifique la desregulación. Un amplio mercado desregulado que abarque las dos mayores potencias comerciales y económicas del mundo hoy en día. Durante estos años han ido ejerciendo su labor de lobby hacia los gobiernos estadounidenses y europeos para llevar adelante su proyecto. A partir de 2011 se crea un grupo de altos estudios y se empiezan a poner las bases. Tienen en cuenta lo que surge de las más de cien reuniones que mantienen la Comisión Europea y el gobierno estadounidense con las grandes corporaciones. Por parte de la Comisión se establece una base de negociación, concretada en un mandato que, en teoría, le otorgan el Congreso Europeo y el Parlamento Europeo, pero que en la práctica ya venía escrito por las grandes transnacionales. No surge de ayer para hoy, lleva mucho tiempo gestándose. En 2013 se produce la primera ronda de negociaciones, y esta semana ha arrancado la décima en Bruselas.
¿La propia dinámica de la globalización ha acelerado el TTIP?
Todo esto es consecuencia. La globalización neoliberal surge a partir de la creación de la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 1995. Previamente ya se había firmado el primer gran tratado de comercio e inversión, el NAFTA, que firmaron Canadá, Estados Unidos y México. Este es el pistoletazo de salida porque todos los tratados que han venido detrás usan ese modelo. Se trata de un acuerdo en el que no se preocupaban solo de rebajar aranceles. Va mucho más allá y mete servicios públicos, protección de las inversiones y desregulación.
Se habla de que el tratado, tal y como está planteado, acabará con derechos laborales y sociales. ¿Cómo va a afectar a los ciudadanos?
Se busca eliminar controles, normativas o reglamentos que están establecidos desde hace mucho tiempo por parte de la Unión Europea para regular muchos aspectos de la vida diaria de los ciudadanos. Cuestiones como derechos laborales, protección del medio ambiente, calidad y seguridad de los alimentos, privacidad de los datos personales… Supone un gran peligro, el de rebajar sustancialmente todas las salvaguardas que tenemos alrededor de la vida cotidiana o laboral. Todo lo que está llevando adelante la Troika desde hace unos años en materia de derechos laborales, privatizaciones o ataque a los servicios públicos, se vería incrementado con la firma del TTIP. Al fin y al cabo es esto lo que están buscando las grandes transnacionales. Les interesa acabar con las regulaciones y no tener ninguna traba para exportar sus productos a ambos lados del mercado e incrementar sus beneficios. También está el punto de vista estratégico del tratado: se quiere hacer frente a los países del grupo BRIC [Brasil, Rusia, India y China], pujantes económicamente. La propia Hilary Clinton llamó al TTIP la ‘OTAN comercial’ y eso está también en el pensamiento.
No se quedará en aspectos teóricos, sino que la vida diaria de los ciudadanos podría verse afectada en temas básicos.
Afectará a la vida de las personas en muchos aspectos como la desaparición de muchos controles sobre productos químicos, controles sobre productos alimenticios (carne hormonada, uso de pesticidas en la agricultura), uso de datos personales y la privatización de muchos servicios públicos. Poco a poco se iría metiendo y cambiando la forma de salvaguardar derechos y controlar peligros que existen en Europa y Estados Unidos. No se trata de una lucha entre Estados Unidos y Europa, sino de que las grandes transnacionales de un lado y otro del Atlántico vayan a salir beneficiadas.
Uno de los sectores que saldría más beneficiados es el bancario, que podría huir de regulaciones.
El sector de servicios financieros es uno de los grandes capítulos del tratado. Pero aquí, al contrario que en temas de seguridad alimentaria o de control de productos químicos peligrosos, quién está presionando más para que se desregularice es la Unión Europea. Los grandes bancos alemanes y de la ‘city’ londinense están haciendo presión para que en el TTIP se metan los servicios financieros. En Europa la regulación bancaria después del estallido de la burbuja no ha avanzado mucho y la banca pretende que no vaya a más. Pretenden operar bajo las leyes europeas en Estados Unidos, donde las leyes sí han avanzado más.
Con todo este contexto y el secretismo que envuelve el TTIP, ¿es exagerado hablar de un golpe de estado contra la ciudadanía?
No se le puede llamar golpe de estado, pero sí toma del poder político por parte de las corporaciones. Es lo que se llama en política el ‘soft power’ y el ‘hard power’, el poder duro y blando. Lo que hace, por ejemplo, Estados Unidos al apoderarse de la economía de los países a base de guerras a lo bestia, o China a base de acuerdos políticos y comerciales, y compra de tierras. No se puede hablar de golpe de estado clásico, pero es cierto que tendría una incidencia tremenda en lo que consideramos democracia en estos momentos.
¿Se puede hablar de pérdida de soberanía?
El TTIP tiene dos capítulos fundamentales: el ISDS, que es el mecanismo de resolución de conflictos inversor-estado, y la cooperación normativa o reguladora. El ISDS significa que las empresas pueden demandar a los gobiernos en el caso de que estos lleven adelante iniciativas a favor de sus poblaciones con controles, regulaciones o nuevas leyes que estas empresas interpreten que les pueden afectar en sus beneficios. Este capítulo ya se ha metido en los tratados bilaterales que se han firmado los últimos años y hay muchos ejemplos.
Es el caso, por ejemplo, de la demanda que se encontró Alemania con algunas eléctricas tras su anuncio de que iba a cerrar todas las centrales nucleares del país.
Hay dos ejemplos claros en Europa. Por un lado, el de la empresa sueca Vattenfall, propietaria de un par de centrales nucleares en Alemania, que ha demandado a su gobierno por la decisión de Alemania de ir cerrando las centrales nucleares a medida que fuera caducando su vigencia. Vattenfall ha puesto una demanda bajo un tribunal de arbitraje ‘privado’ por 3.500 millones de euros, que a la larga se convertirían en más de 5.000 millones. En España tenemos el ejemplo de las demandas que están interponiendo las empresas que se han visto afectadas por la rebaja de las subvenciones del Estado a las energías renovables. Hay más de 20 demandas presentadas ante tribunales de este tipo y que van a suponer, si llegan a ganar las empresas, miles de millones de euros que tendríamos que pagar los ciudadanos. Lo cual es muy probable porque el 70% de los litigios lo ganan las empresas.
¿Por qué hay tanto secretismo alrededor del TTIP? Llama mucho la atención que los propios diputados en el Parlamento Europeo no puedan ni tomar notas.
Es la demostración palpable de lo que significa el TTIP. Llevan negociando en secreto todo este tiempo y solo conocíamos lo que estaban pactando por los pocos documentos que se iban filtrando. A partir de la presión ciudadana y de la puesta en marcha de la campaña europea contra el TTIP, se han visto obligados a hacer públicos algunos documentos, pero falta todavía muchísima información. Siguen manteniendo mucho secretismo. No se hacen públicos los acuerdos a los que van llegando, las reuniones con los lobbys… sigue habiendo una enorme falta de claridad en las negociaciones. Susan George tiene mucha razón cuando llama a este tipo de acuerdos Tratados Vampiro, porque el objetivo de los negociadores y los impulsores es que la gente no se entere. Según su planteamiento, de cara al público todo son ventajas y que va a haber más crecimiento y más empleo. Va a beneficiar a todo el mundo, pero es una contradicción que, si es bueno para todos, no se dé a conocer toda la información. Es una demostración de que lo que se está negociando no va a beneficiar a la ciudadanía, por eso no quieren que se entere.
Da la impresión de que todos estos movimientos van encaminados a repartirse el pastel de los servicios públicos en Europa.
Es uno de los capítulos más importantes del TTIP. No se trata solo de desregular, sino de abrir nuevos mercados para las multinacionales. Uno de los grandes mercados que queda, prácticamente el único, fuera de la competencia del capital privado son los servicios públicos. Fundamentalmente estamos hablando de educación, sanidad, transporte, agua, servicios sociales… Es un gran pastel para empresas aseguradoras estadounidenses y ven una gran posibilidad de hacer negocio, metiéndose en la sanidad pública que en Europa todavía sigue estando en la mayor parte en manos del estado.
¿Se están asumiendo todos los errores de tratados anteriores?
Totalmente. Antes de aprobarse el NAFTA les estuvieron prometiendo el oro y el moro, que iba a aumentar el empleo y significaría crecimiento económico y mejoras para la ciudadanía. El resultado ha sido al contrario y las evaluaciones posteriores han demostrado que en Estados Unidos se destruyeron más de 600.000 puestos de trabajo por culpa de la deslocalización, bajaron los salarios y se redujeron las normas laborales. En México fue un desastre para miles de pequeños y medianos agricultores y pymes. Se ha demostrados que quien únicamente gana con estos tratados son las grandes transnacionales. La ciudadanía no saca nada de este tipo de acuerdos.
Con la gran coalición que gobierna las instituciones europeas entre conservadores, liberales y socialdemócratas, ¿la decisión sobre el TTIP ya está tomada?
Aún queda mucho partido por jugar. En principio tenían la idea de aprobarlo a finales de este año y ya nadie habla de ello, sino de 2017 como muy pronto. De aquí a ese momento pueden pasar muchas cosas. La correlación de fuerzas en este momento es favorable al tratado con la gran traición del grupo socialdemócrata, porque no se le puede llamar de otra forma. Pero está por ver lo que pasará en el futuro. Desde la campaña por el ‘no’ vamos a hacer una denuncia de la posición socialdemócrata por la traición que ello supone a su electorado. Por otro lado, una vez que se firma el tratado tiene que pasar una serie de procesos de ratificación, tanto en las instituciones europeas como en los países miembros. Ya veremos si la correlación de fuerzas ha cambiado en ese momento, porque hay elecciones en varios países de la Unión.
¿Será capaz la presión social y ciudadana de parar el TTIP?
Estoy totalmente seguro. En la campaña somos muy optimistas a pesar de que va a ser una lucha muy desigual. Estamos luchando contra un monstruo de muchas cabezas, que es la gran patronal transnacional, y que está muy bien avenido. La fuerza de la presión social ya tiró atrás el AMI, la Ronda del Milenio en Seattle y el ACTA sobre los derechos de autor, aunque ahora lo quieran meter por la puerta de atrás en el propio TTIP.
* des dels nostres amics de Nonada.es
* Alberto Martinez es de l'Eliana y destacado miembro de ATTAC
* Entrevista hecha por José Miguel Reyes, de nonada.es
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