En Nicaragua existe un retroceso en los derechos de salud, sexuales y reproductivos de las mujeres. La situación empeora en las zonas rurales como en Matagalpa, donde una de cada cuatro es víctima de la violencia. Desde hace 25 años, un colectivo feminista trabaja para transformar esta realidad y animar el grito de la mujer frente a un arraigado machismo
“Me decían que era una vaga. Me sentía que no valía nada, que no era importante. Tenía miedo. Ahora mi vida ha cambiado. Me siento libre para salir, para trabajar por mi gente. Me siento orgullosa porque soy reconocida en mi comunidad. Me siento fuerte y con valor, ya que desempeño muchos papeles con las mujeres de mi región y no tengo miedo”. Detrás del anonimato de esta joven de 26 años de Matagalpa, se esconde el testimonio de una de tantas nicaragüenses que después de muchos años están recuperando su papel en la sociedad. Porque antes fueron víctimas de una educación rural machista que las excluyó por completo de cualquier toma de decisión en su comunidad y las relegó únicamente a cuestiones domésticas.
Solucionar esta situación es el trabajo que un grupo de mujeres de diversas raíces, unidas en el Colectivo de Mujeres de Matagalpa (CMM), lleva haciendo desde hace más de dos décadas. Su misión es valiente y esperanzadora: “Trabajamos junto con los sectores más desposeídos de nuestra sociedad para conseguir cambios individuales y colectivos, y construir un mundo sin violencia, en la diversidad, tolerancia, justicia social y dignidad humana”. Junto a otras organizaciones comunitarias y el movimiento feminista se esfuerzan en transformar esa dura realidad que critican, tanto dentro como fuera de sus fronteras. Aquí, en España, un ejemplo de su labor en materia de acceso a medicamentos y de salud sexual y reproductiva es la que realizan con la ONG Farmamundi desde 1998, a través de proyectos de desarrollo allí o con campañas de educación aquí.
Expropiadas de su cuerpo
Ana Ara es representante del CMM. Para ella, que conoce la organización desde sus inicios, lo más importante es incidir en los derechos femeninos, impulsando la formación del liderazgo comunitario y promoviendo políticas en su defensa para evitar la violencia en el entorno familiar. “A las mujeres, además de estar afectadas por estas injusticias y de vivir en pobreza, por el mero hecho de serlo se nos ha expropiado de nuestro cuerpo, de ser protagonistas de nuestras vidas, del derecho a decidir, de participar, de pensar, de crear…”. Ana se refiere directamente a los retrocesos en los derechos de salud y derechos sexuales y reproductivos que están calando en la política nicaragüense, entre otras cosas por la “integración de jerarquía de la iglesia católica en las políticas públicas”, advierte.
Para la especialista del área de Salud del colectivo, uno de los ejemplos es la derogación del aborto terapéutico, sobre todo para las mujeres más pobres. “Éstas son más vulnerables a la presión y manipulación religiosa y política, haciéndoles creer que todo es pecado y que se van a condenar. También son las más pobres a las que acusan de haberse practicado un aborto cuando llegan a buscar atención por una hemorragia vaginal, y se convierten en sospechosas. O son las niñas pobres las obligadas a parir un hijo fruto de una violación”, explica Ara desde Matagalpa.
Brigadas médicas móviles de atención sanitaria en Nicaragua. Foto: Farmamundi.
Por ello, desde el grupo defienden una atención en salud integral, incorporando todos los aspectos de
la vida y esencia humana: derecho a decidir sobre su cuerpo y sentimientos, siendo protagonistas del proceso salud/enfermedad e incluyendo la salud mental y emocional. De hecho, una de sus líneas de trabajo es la formación a parteras de la comunidad y capacitación de promotoras de salud que asisten directamente a los pacientes a través de botiquines comunitarios con medicamentos esenciales.
la vida y esencia humana: derecho a decidir sobre su cuerpo y sentimientos, siendo protagonistas del proceso salud/enfermedad e incluyendo la salud mental y emocional. De hecho, una de sus líneas de trabajo es la formación a parteras de la comunidad y capacitación de promotoras de salud que asisten directamente a los pacientes a través de botiquines comunitarios con medicamentos esenciales.
La asociación también fomenta la organización, la participación y la incidencia y formación en liderazgo comunitario a dispensadoras de ventas sociales de medicamentos y de productos básicos, responsables de fondos revolventes, veterinarias, bibliotecarias, alfabetizadoras, animadoras culturales…
Violencia de género y analfabetismo
El colectivo lleva años denunciando la violencia de género que golpea duramente al país. Una de cada dos mujeres reconoce haber sufrido agresiones en algún momento de su vida y una de cada cuatro es víctima de violencia en la actualidad, la mayoría a manos de su pareja, según datos aportados por el CMM de las mujeres atendidas en sus centros de Matagalpa. “Yo fui educada como mujer en la obediencia, de hacerle caso a los hombres, de obedecerle todo el tiempo y hacer lo que ellos quieren aunque una no quiera. He aprendido que no se trata de obligación. Que una no es objeto sexual, que tiene derecho al placer, a pensar, a conocer su cuerpo, a decidir”, comenta una joven de la comunidad en uno de los testimonios aportados por el colectivo.
La organización ha comprobado un escaso nivel de alfabetización, que afecta a la imagen que tienen de sí mismas. las mujeres. Foto: Farmamundi.
De los estudios realizados por la organización se desprende el escaso nivel de alfabetización de las mujeres, lo que afecta directamente a la imagen que tienen de sí mismas.Una de cada cuatro encuestadas es analfabeta y el 80% no reciben remuneración por su trabajo o solamente es esporádico. “El 70% ha tenido su primera relación sexual antes de los 18 años, que para el 16% la primera relación fue una violación. Además, siete de cada diez mujeres han estado embarazadas y han sido madres antes de los 20 años y de las adolescentes actuales, la mitad lo ha estado entre los 14 y 18 años”, desgrana.
Cambiar esta situación es complicada, ya que todavía a día de hoy se siguen reafirmando estructuras sociales que sostienen las injusticias. Para el colectivo, los sistemas económicos, las políticas públicas, las leyes, las religiones, los sistemas políticos “disfrazados de democráticos”, la cultura patriarcal, los medios de comunicación, hacen la brecha de la injusticia cada vez más grande, entre ricos y pobres, entre hombres y mujeres, entre las personas del campo y de la ciudad, etcétera. Por ello, insisten en potenciar la capacidad crítica de las personas, con libertad de pensar y elegir. No obstante, como todo reto, siempre existe un obstáculo que librar aún cumplidos los 25 años, concluye la activista.
“Para conseguir gente crítica es necesario dudar, pensar que una cosa nos conviene o nos hace daño, si es cierta o falsa, sólo después de haberla analizado. Pero éstas son actitudes que el sistema opaca, silencia y oculta con el fin de fomentar la pasividad ante la vida y ante las injusticias evidentes. Contra eso debemos seguir luchando”. Actualmente, las mujeres de Matagalpa siguen impulsando varias iniciativas para mejorar su salud y condiciones de vida a través de 14 casas comunitarias que aglutinan a unas 70 comunidades y 1.800 mujeres participantes de estos procesos.
* Paloma Pérez Roldán, desde nuestros amigos de Nonada
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