8 de abril de 2003. Bagdag. Un tanque estadounidense lanza un proyectil contra el hotel Palestina. El impacto mata al camarógrafo español José Couso. Diez años después su familia sigue poniendo contra las cuerdas al país más poderoso del mundo con la ayuda del inquebrantable juez Pedraz. “Si fuéramos colombianos o palestinos ya nos hubieran asesinado”, dice su hermano.
José Couso en Bagdag. |
En la planta 14 del hotel Palestina José
Ninguna guerra ha matado tantos periodistas como la de Irak.
Ninguna guerra ha matado tantos periodistas como la de Irak.
Couso captaba la entrada de las tropas estadounidenses a Bagdag para Telecinco. Allí se alojaban la mayoría de periodistas extranjeros que quedaban en la capital iraquí. Les advirtieron que salir ese día no era seguro. Couso registraba un carro de combate americano que esperaba sobre un puente a pocos metros del hotel. De ahí salió el proyectil que dejó malherido al cámara gallego de 37 años. El reportero de Reuters Taras Protsyuk, que grababa desde un balcón cercano, también cayó. Horas antes, un avión del ejercito de Estados Unidos bombardeó la sede de Al Yazira. Allí perdió la vida otro periodista más, el jordano Tarek Ayub. La primera versión norteamericana de que había sido un accidente caía por su propio peso. Olía a premeditación.
Couso compartía habitación con Jon Sistiaga. Días después del ataque, en concreto la jornada que evacuaron el cuerpo: “Allí seguía la cámara destrozada de José, tal y como había quedado tras el impacto. Los periodistas tendemos a llevarnos recuerdos de los infiernos que visitamos, un casquillo, una bala, un trozo de misil, pero nadie cogió nada de la habitación 1403. Todo quedó como estaba. Inerte. Frío”, explica Sistiaga en ‘Ninguna guerra se parece a otra’.
“No cerramos el luto”
La reflexión parece una metáfora, un signo de lo que vendría después, de lo que la familia Couso ha conseguido. Evitar el olvido. La segunda muerte de José. Congelar los hechos, pese a todo el sufrimiento, hasta que se celebre un juicio contra los marines que ordenaron el asesinato. Algo tan básico como un juicio. “Es terrible porque no cerramos el luto”, señala Javier Couso durante una conferencia en la Facultad de Filologia de la Universitat de València organizada por la Unió de Periodistes.
Acudieron muchos periodistas a la charla del pasado lunes aunque pocos medios de comunicación cubrieron la noticia. Contradicciones. Otro signo. Javier habló mucho de José, y también de los buenos periodistas y de los grandes medios. Y la conclusión, unánime, es que los unos y los otros son dos especies cada vez más alejadas en el árbol genealógico de la política, la comunicación y la economía mundial. Un árbol seco con ramas pobladas por aves carroñeras y coronado por la impunidad. “Estamos ante una degradación absoluta del periodismo de guerra”, admitió con pesar. Porque sabe que el control de la información, el móvil de la muerte de su hermano, es el mejor aliado de un gobierno para ganar una guerra. Una guerra ilegal. Innecesaria. Injusta.
Por eso la memoria (“porque el olvido genera impunidad”). La esperanza. La determinación. Y también el optimismo. Un mensaje que remarcó Javier el lunes, entre miradas cómplices a David, el otro hermano, que le apoyaba desde la grada. Porque, pese a las trabas de los gobiernos estadounidense y español, la familia Couso (los dos hermanos, la madre Maribel Permuy y la viuda Lola Jiménez) claman justicia. “No fue un accidente laboral”, remarca Javier. “Es un crimen de guerra”.
Interpol se niega a ejecutar una orden de busca y captura
“Es muy importante que en las guerras no valga la ley del más fuerte”, agrega. Y desde esta premisa básica ha partido su lucha. El caso ha sido archivado tres veces. En 2010 el Tribunal Supremo dio la razón a la familia y lo reabrió. El magistrado de la Audiencia Nacional Santiago Pedraz ha lanzado una orden de busca y captura para procesar y extraditar a los tres militares implicados: el sargento Thomas Gibson y sus superiores, el teniente coronel Philip de Camp y el capitán Philip Wolford. “Por primera vez Interpol se ha negado a ejecutar una orden así”, asegura Javier Couso, también periodista. De hecho, añade, “Interpol ha modificado sus estatutos para no intervenir en asuntos militares”.
Documentos filtrados por Wikileaks demuestran que el gobierno estadounidense presionó al Ejecutivo español para frenar el caso Couso y que altos cargos de PP y PSOE entraron en este círculo servil. También Cándido Conde-Pumpido, ex fiscal general del Estado. Pedraz, que visitó la zona para reconstruir los hechos, confirmó que los militares americanos en el tanque vieron con claridad a Couso en el balcón del hotel y concluyó que existía un plan premeditado para evitar que los medios de comunicación informaran desde Bagdad. Este último punto lo corroboró la exsargento del Ejército de Estados Unidos Adrienne Kinne en el programa de televisión ‘Democracy Now’ tras admitir en su testimonio que el hotel Palestina estaba catalogado como objetivo potencial.
A pesar de los obstáculos y las decepciones, la familia se encuentra “muy satisfecha” de hasta dónde han llegado en su lucha “por José y por el periodismo”. Pero quieren llegar hasta el final. De momento, los marines acusados no pueden salir de su país por miedo a ser detenidos en Europa. “Pese a los intentos de acabar con el caso, es el único proceso judicial en el mundo contra militares estadounidenses por crimen de guerra. Se han procesado a los tres autores materiales y se han imputado a dos de sus superiores”, resalta Javier orgulloso. “Se está intentando acabar con el periodismo independiente. Y sin periodismo no hay sociedades democráticas”, concluye.
* Autor Rafa Honrubia, desde nuestros amigos de Nonada.es
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