La primera comunidad hippie de Estados Unidos fue una mezcla entre una comuna, un Rummikub y un cuadro de Escher. Pero fue sobre todo uno de los grandes experimentos sociales de todos los tiempos: Drop City, una ciudad formada por grandes construcciones geométricas hechas a base de productos reciclados, y uno de los grandes referentes 'underground' de los años 60.
El Moro, siete kilómetros al este de Trinidad, estado de Colorado. Hoy hay un taller de camiones. Pero hace tan sólo dos décadas esta llanura desértica y abandonada albergaba algunas de las famosas construcciones conocidas como 'zomes'. Se trataba de grandes cúpulas geométricas multicolores; algo así como caparazones gigantes formados a base de capotes de coches, chapas de botellas, o cualquier otro tipo de desperdicio, y que servían de centro de operaciones de la primera comunidad hippie rural de Estados Unidos: Drop City.
A pesar de su enorme influencia ya no queda apenas rastro. Ni en el terreno, ni en la mayoría de personas que viven en la zona. Sus restos sólo perviven en algunos ambientes 'underground': en galería de artes que realizan retrospectivas, en revistas contra-culturales, o en documentales como el que ha estrenado hace tan solo unos meses la directora neoyorquina Joan Grossman.
Y es que, a pesar de que el último de los edificios no se demolió hasta 1990, la comunidad no duró más de siete años. Concretamente desde 1965 hasta 1972 o 1973. Algo que no debería extrañar ya que fue precisamente ese concepto, el de la espontaneidad, el que guió su creación. Y así fue como evolucionó: de la universidad al campo, de los vertederos a la innovación arquitectónica; y de ser un referente artístico internacional a un comunidad empobrecida, años después de que el último de sus miembros fundadores ya hubiese abandonado el proyecto al considerar que se habían pervertido sus preceptos iniciales.
Otras obras 'drop art' serían 'Pendulum', formado por una bota y una cuerda atada a lo alto de un edificio, o 'The Ultimate Painting', un cuadro con forma de rueda que admitía tantas miradas como grados de inclinación tenía.
Que todo esto derivase en una comunidad hippie sólo puede explicarse por la fecha: años 60. Una época de eclosión contra-cultural y contestación política a la política oficial estadounidense, enfrascada en la guerra de Vietnam. Y por el hecho de que los propios Bernofsky y Richert fueran dos sus cuatro miembros fundadores. Los otros fueron Richard Kallweit y Joann Bernofsky. Todos ellos estudiantes de cine o de arte de las universidades de Kansas y Colorado, y que compraron por 450 dólares el terreno donde se asentaría Drop City. Un término difícilmente traducible al castellano y que podría ser el de 'Ciudad Caída' o 'Ciudad Derramada'.
Pero nada más lejos de la realidad. La ciudad estaba perfectamente planificada. Es más, seguía las ideas arquitectónicas de Buckminster Fuller, filósofo americano y arquitecto que ideó unas cúpulas geodésicas llamadas 'zomes' que los habitantes de Drop City trataron de mular por medio de cualquier material a su alcance: desperdicios, residuos, centros mineros abandonados, desguaces, etcétera. Se trataba de grandes estructuras formadas a base de tetraedros, octaedros y conjuntos cerrados de esferas, extremadamente ligeras y estables, que servían de zonas comunes de trabajo y recreo, y en algunos casos albergaban los dormitorios.
La visión pronto asombró a los habitantes cercanos y a los medios de comunicación. El ingenio, la juventud de sus miembros, y sobre todo el descaro con que planteaban sus innovaciones arquitectónicas, que incluso llegaron a incluir paneles solares para su abastecimiento energético (años antes de que la crisis energética de 1973 popularizara este tipo de fuentes alternativas), hicieron que las noticias sobre esta comunidad se extendieran por todo el país. Los resultados no tardaron en llegar. El grupo ganó el premio Dymaxion de la fundación Buckminster. Y la comunidad recibía más y más curiosos, algunos deseosos de establecerse allí. Era 1967 y su población constaba entonces de 10 habitantes.
Sin embargo, contaba con varios obstáculos: que la tierra sobre la que se asentaba era imposible de labrar, por lo que sus habitantes no pudieron nunca auto abastecerse. Y, por otra parte, su creciente popularidad hacía que cada vez más gente se sumase al proyecto. Supiesen o no de qué iba la cosa. El punto de inflexión sería la celebración del Joy Festival en 1967, que produjo una avalancha de centenares de personas, y convirtió a Drop City en una comuna hippie al uso, con sexo libre, drogas y música psicodélica.
Algunos de sus miembros iniciales ya habían abandonado el proyecto, fundando el grupo artístico Criss-Cross en la comunidad vecina de Boulder. Y el resto no tardó mucho tiempo en hacerlo, dejando a unos pocos habitantes que años después y acuciados por el hambre y las condiciones insalubres de vida, desaparecerían sin dejar rastro. Sólo quedarían los grandes edificios, en pie todavía durante varias décadas. Y parte de su legado. Como movimiento de arquitectura vanguardista inspirados por sus trabajos e, incluso Zomeworks, una de las primeras compañías de energía solar, fundada en 1969.
El Moro, siete kilómetros al este de Trinidad, estado de Colorado. Hoy hay un taller de camiones. Pero hace tan sólo dos décadas esta llanura desértica y abandonada albergaba algunas de las famosas construcciones conocidas como 'zomes'. Se trataba de grandes cúpulas geométricas multicolores; algo así como caparazones gigantes formados a base de capotes de coches, chapas de botellas, o cualquier otro tipo de desperdicio, y que servían de centro de operaciones de la primera comunidad hippie rural de Estados Unidos: Drop City.
A pesar de su enorme influencia ya no queda apenas rastro. Ni en el terreno, ni en la mayoría de personas que viven en la zona. Sus restos sólo perviven en algunos ambientes 'underground': en galería de artes que realizan retrospectivas, en revistas contra-culturales, o en documentales como el que ha estrenado hace tan solo unos meses la directora neoyorquina Joan Grossman.
Y es que, a pesar de que el último de los edificios no se demolió hasta 1990, la comunidad no duró más de siete años. Concretamente desde 1965 hasta 1972 o 1973. Algo que no debería extrañar ya que fue precisamente ese concepto, el de la espontaneidad, el que guió su creación. Y así fue como evolucionó: de la universidad al campo, de los vertederos a la innovación arquitectónica; y de ser un referente artístico internacional a un comunidad empobrecida, años después de que el último de sus miembros fundadores ya hubiese abandonado el proyecto al considerar que se habían pervertido sus preceptos iniciales.
'Drop-art' o el arte de dejar caer las cosas
La definición más común de la palabra inglesa 'drop', es la de gota o la de caerse. Como vanguardia artística, el Drop-Art nació en 1961, de la mano de Gene Bernofsky y Clark Richert, estudiantes de arte de la Universidad de Kansas. Se trataba de un desarrollo de los 'happenings' de Allan Kraprow o las performances de John Cage o Robert Raushcenger. Su primera 'obra' consistió en rocas pintadas lanzadas desde el techo de la residencia de estudiantes. La función duraba lo justo: el tiempo en que tardaba la roca en estrellarse en la acera, y los paseantes en reaccionar.Otras obras 'drop art' serían 'Pendulum', formado por una bota y una cuerda atada a lo alto de un edificio, o 'The Ultimate Painting', un cuadro con forma de rueda que admitía tantas miradas como grados de inclinación tenía.
Que todo esto derivase en una comunidad hippie sólo puede explicarse por la fecha: años 60. Una época de eclosión contra-cultural y contestación política a la política oficial estadounidense, enfrascada en la guerra de Vietnam. Y por el hecho de que los propios Bernofsky y Richert fueran dos sus cuatro miembros fundadores. Los otros fueron Richard Kallweit y Joann Bernofsky. Todos ellos estudiantes de cine o de arte de las universidades de Kansas y Colorado, y que compraron por 450 dólares el terreno donde se asentaría Drop City. Un término difícilmente traducible al castellano y que podría ser el de 'Ciudad Caída' o 'Ciudad Derramada'.
Pero nada más lejos de la realidad. La ciudad estaba perfectamente planificada. Es más, seguía las ideas arquitectónicas de Buckminster Fuller, filósofo americano y arquitecto que ideó unas cúpulas geodésicas llamadas 'zomes' que los habitantes de Drop City trataron de mular por medio de cualquier material a su alcance: desperdicios, residuos, centros mineros abandonados, desguaces, etcétera. Se trataba de grandes estructuras formadas a base de tetraedros, octaedros y conjuntos cerrados de esferas, extremadamente ligeras y estables, que servían de zonas comunes de trabajo y recreo, y en algunos casos albergaban los dormitorios.
La visión pronto asombró a los habitantes cercanos y a los medios de comunicación. El ingenio, la juventud de sus miembros, y sobre todo el descaro con que planteaban sus innovaciones arquitectónicas, que incluso llegaron a incluir paneles solares para su abastecimiento energético (años antes de que la crisis energética de 1973 popularizara este tipo de fuentes alternativas), hicieron que las noticias sobre esta comunidad se extendieran por todo el país. Los resultados no tardaron en llegar. El grupo ganó el premio Dymaxion de la fundación Buckminster. Y la comunidad recibía más y más curiosos, algunos deseosos de establecerse allí. Era 1967 y su población constaba entonces de 10 habitantes.
La publicidad pudo con la vanguardia
Que Drop City sea considerada la primera comunidad hippie rural de Estados Unidos puede resultar confuso. Su filosofía principal, más allá de la vida al margen de la sociedad (que también exploraba), era la de trasladar los preceptos del arte de vanguardia a la vida diaria. Algo así como crear una comunidad de artistas en la que las diferentes sinergias pudieran fructificar, y los miembros ayudarse unos a otros.Sin embargo, contaba con varios obstáculos: que la tierra sobre la que se asentaba era imposible de labrar, por lo que sus habitantes no pudieron nunca auto abastecerse. Y, por otra parte, su creciente popularidad hacía que cada vez más gente se sumase al proyecto. Supiesen o no de qué iba la cosa. El punto de inflexión sería la celebración del Joy Festival en 1967, que produjo una avalancha de centenares de personas, y convirtió a Drop City en una comuna hippie al uso, con sexo libre, drogas y música psicodélica.
Algunos de sus miembros iniciales ya habían abandonado el proyecto, fundando el grupo artístico Criss-Cross en la comunidad vecina de Boulder. Y el resto no tardó mucho tiempo en hacerlo, dejando a unos pocos habitantes que años después y acuciados por el hambre y las condiciones insalubres de vida, desaparecerían sin dejar rastro. Sólo quedarían los grandes edificios, en pie todavía durante varias décadas. Y parte de su legado. Como movimiento de arquitectura vanguardista inspirados por sus trabajos e, incluso Zomeworks, una de las primeras compañías de energía solar, fundada en 1969.
Autor: Guillermo Roqués desde NONADA
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