Julian Garcia Candau (Levante-EMV).- A Pep Guardiola hace años que le estaban esperando. Los ataques que está sufriendo por ejercer sus derechos de ciudadano demócrata han sido consecuencia del tiempo en que se le soportó con indisimulada resignación. No se le guardaba respeto por sus ideas y admiración por sus resultados como entrenador porque su estilo creaba sarpullidos en ciertos informadores de Madrid. No gustaba que se negara a estar todos los días pendiente de las llamadas radiofónicas a horas en las que no le parece prudente estar de cháchara. No aceptada entrevistas exclusivas para satisfacer a quienes luchan por ganar audiencias y ponía de los nervios cuando en las conferencias de prensa aceptaba preguntas en catalán y contestaba en su idioma. Las respuestas en catalán han llevado alguna vez a cortar la comunicación radiofónica, a obviar el resto de sus declaraciones y a que el periodista que dirigía el programa mostrara su aversión por ello. Nunca se negó a contestar en castellano, pero no se entendía que no hablara siempre en el idioma del imperio. En Madrid, y en muchos lugares de España, aún se cree que hablar otro idioma que no sea el castellano es improcedente. Hablaba de poeta catalanes y confesaba que leía a Martí i Pol. Se le soportaba porque tenía encima el paraguas del Barça. Cualquiera que le conociera debía saber que se sentía muy catalán. Independientemente de lo que podamos pensar el resto, Guardiola tiene derecho a sentirse más catalán que español y si formó parte de la selección nacional no por ello dejó de tener los mismos sentimientos. Como deportista respondió en la selección. Con ello mostró también condición de ciudadano que aceptó la ley que le obligaba a jugar allí. Por ello no ha sido más herético que algún gilipollas que le ha criticado. Algunos de quienes ahora arremeten contra él no hacen otra cosa que pasarle factura por sus antecedentes deportivos. Dolieron demasiado sus triunfos para que no se aprovechara el momento para decir lo que durante varios años no se le reprochó. Se supone que los demócratas debemos aceptar que un conciudadano piense de manera diferente. Guardiola es, además de demócrata, catalanista, y ello ahora, otra cosa fue en el pasado, no está perseguido por las leyes. Al menos, de momento.
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A Guardiola le estaban esperando
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